23 oct

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21.

 En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.» Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

 Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

Queridos amigos y amigas:

Dios nos ha creado libres, podemos elegir, tomar decisiones, programar nuestra vida. La parábola nos presenta un hombre que, materialmente, ha tenido una gran cosecha. Se siente con capacidad para querer, poder y saber hacer, he aquí su programa:

Derribaré los graneros y construiré otros más grandes. Almacenaré, come, bebe, banquetea. El destino, la vida feliz, descansar y disfrutar…

Nos hemos de peguntar: ¿Quién es el mensajero de este programa?  El mismo hombre que contempla la vida en el horizonte de este mundo, no hay otra alternativa, ya que esto es lo que ve, siente y percibe de forma experimental, pero se olvida de un elemento importante, el solo no ha conseguido ese resultado, alguien ha tenido que trabajar, cultivar el campo para que produzca esa cosecha tan buena y luego recogerlo, almacenarlo.

Pero este otro hombre parece que no cuenta en su vida y sin embargo es fundamental, ya que la vida es relación entre personas. Si contara con el otro tendría que compartir la cosecha, hacerle partícipe de ese bien, lo que hace es lo contrario a la solidaridad, la fraternidad, se le impone el egoísmo y la codicia.

Si somos sinceros y realistas los otros forman parte de nuestra felicidad y de nuestro éxito o fracaso. La parábola no niega la felicidad del hombre, sino que la une, la asocia a la felicidad de los demás.

En la parábola hay otro mensajero que trasciende la naturaleza humana y nos hace caer en la cuenta de la parte frágil y efímera de las cosas. Los bienes y la vida misma no son perennes, contienen el carnet de caducidad y al final está el gran mensajero que es Dios mismo y que alguna cuenta nos va a pedir para entrar en la vida plena.

Lo que hemos de hacer con nuestra capacidad es prepararnos para construir un mundo más humano, más solidario, más pacífico y menos violento, egoísta y codicioso. Ciertamente lo que permanece es el aliento y la palabra de Dios.

Se nos invita a recuperar la alegrí­a de vivir, agradecer, celebrar, sin guardarse para uno lo recibido sino empeñarse en compartirlo, para que otros también aprovechen esta bendición.

Por eso hoy, pidamos por la PAZ en el mundo, pidamos por el respeto y el cuidado de la vida desde el inicio hasta su final, pidamos por la salud de todos los enfermos.

Pidámosle al Señor que nos regale la capacidad de dar con generosidad y desprendimiento.

 ¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios.

pastoral

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