Reflexión jueves 16 de enero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):
En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor
COMENTARIO:
Siempre me han sorprendido esas palabras con que el leproso se expresa al encontrarse con Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. La primera explicación que se me viene a la mente, y a muchos otros antes que a mí, es que el leproso no tiene mucha fe en Jesús. Fruto de esa falta de fe, sería esa pregunta que le hace. Pero me da la impresión de que no es esa la explicación. O de que, al menos, podemos dar otra explicación a las palabras del leproso.
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro, Padre compasivo:
Cada día nos encontramos con hermanos que sufren,
que han sido probados duramente en la vida,
que han tenido que enfrentarse al mal y al sufrimiento.
¿Qué les diremos? —
Señor, que como Jesús, intentemos comprender
el dolor de nuestros prójimos necesitados,
sentir con ellos, y ser amigos dignos de confianza, quizás estando junto a ellos en respetuoso silencio,
motivados siempre por quien sufrió nuestros dolores
y tomó parte en nuestras desgracias,
Jesucristo, nuestro Señor.