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Reflexión viernes 21 de febrero
Del evangelio según san Marcos 8, 34-9, 1
Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia». (Mc 8, 34 - 9,1)
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy no gusta hablar de decisiones irrevocables ni de destinos definitivos. No gusta hablar de “blanco” y “negro”, de “sí” y “no”, de “cielo” e “infierno”. Gusta más un cómodo relativismo, donde todo es un poco gris, y donde, hagas lo que hagas, todo está bien, a fin de cuentas.
Cristo no habla así. Él dice que nuestra alma se puede perder o se puede salvar. Él dice que, a fin de cuentas, sólo hay dos caminos posibles, conducentes a dos destinos posibles. Uno es el que lleva a la vida perdurable y auténtica, la salvación del alma, y éste pasa por seguir a Cristo, negarse a uno mismo y tomar la propia cruz. El otro camino lleva a la perdición y se transita cuando uno trata a toda costa de salvar la propia vida según los criterios de este mundo.
Es el lenguaje de Cristo. Es el lenguaje realista. Lo podemos rechazar, mirando a otro lado, avergonzándonos de Él. Pero eso no nos salvará. O podemos tomar en serio las palabras de nuestro Redentor, y querer lo que Él quiere: salvar nuestras vidas por el camino que Él nos dice.