Domingo 30 de agosto: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
¿Qué es ser cristiano?
En el catecismo aprendimos que «ser cristiano es seguir a Jesús».
Sí, seguir a Jesús. No seguirte a ti mismo, ni seguir el estilo de vida del mundo: El cristiano está en el mundo, pero no es del mundo.
El estilo de vida del mundo es radicalmente distinto del estilo de vida de Jesucristo: no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios (Rom 12, 2).
Ser cristiano no es una teoría o un moralismo legalista: es vivir una historia de amor con el Señor: Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir, hemos escuchado en la primera lectura; Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío, hemos cantado en el Salmo.
Una historia de amor que culminará en el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman (1 Cor 2, 9).
Y el amor lo pide y lo da todo. No podemos amar a Dios sólo en lo que nos conviene y cuando nos conviene: nos lleva a entregarlo todo.
La vida del cristiano no se construye sobre los valores que están de moda en la sociedad, sino que el cristiano construye su vida sobre la Palabra de Dios, sobre las enseñanzas de Jesucristo.
Para ello, has de empezar por negarte a ti mismo, descubriendo que la fuente de tu actuar no está en tus gustos y apetencias, sino en la voluntad de Dios, descubriendo que serás feliz en la medida en que seas fiel a la voluntad de Dios.
Este es el culto espiritual que estamos llamados a dar. Esto es adorar al Padre en espíritu y verdad.
Por ello has de discernir cada día si lo que pide tu corazón es lo que Dios quiere. ¡Dios te ama! ¡Nadie te ama como Él!
Y entonces puedes ver cumplido el Salmo en tu vida: toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos… Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.
Invoca cada día al Espíritu Santo y pídele el don de consejo; y pregúntale: ¿cómo quieres que viva hoy? ¿cómo quieres que viva mi matrimonio, o mi sacerdocio o mi consagración religiosa? ¿Cómo quieres que trabaje o estudie? ¿Cómo quieres que viva mi diversión? ¿Cómo quieres que…?
Para ayudarte a rezar
Habla con el Señor desde tu cruz.
La Palabra del Señor, luz para cada día
1 lectura: Jeremías 20, 7–9. La Palabra del Señor se volvió oprobio para mí.
Jeremías se encuentra en el límite de sus fuerzas. Todo el mundo se ríe de él, le espía y busca su perdición. En estas circunstancias reprocha a Dios de haberle engañado. Se reprocha haber dado fe a las promesas de Dios. Decide no hacer caso a la Palabra de Dios y desea pronunciar palabras agradables de oír. En una confidencia angustiosa termina confesando que no puede. La palabra de Dios es un fuego incontenible encerrado en sus huesos. Esta es una hermosa manera de enseñarnos que el verdadero profeta no habla de su cosecha, no dice lo que le place, sino que sólo transmite lo que Dios le comunica, aún dentro del mayor sufrimiento.
Salmo 62, 2–9. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
El salmista expresa el deseo y la esperanza de llegar a ver a Dios, abrigarse a la sombra de sus alas y bendecirle eternamente por su gracia: ésta vale más que la vida. El Amor de Dios seduce nuestro espíritu, como sedujo a Jeremías; sólo en él puede descansar nuestra alma; nuestra alma que está sedienta de Dios, como tierra reseca, agostada, sin agua. Orar con las palabras de este salmo equivale a querer reno- var la experiencia del deseo de Dios y de su alegre intimidad.
2ª lectura: Romanos 12, 1–2. Ofreceos vosotros mismos como sacrificio vivo.
San Pablo invita a los cristianos a ofrecer a Dios sus vidas, como un sacrificio de gratitud y alabanza. No pide el ofrecimiento ritual de animales o frutos, característico de los paganos. Les pide el cuerpo entero: toda su persona, toda su existencia, toda su actividad. Toda la realidad, la vida del hombre está destinada, en Cristo, a ser santa. Este es el culto «razonable». Se trata de ofrecer la propia vida mediante una conducta que brota de una vida nueva, según la voluntad de Dios; y no de una vida acomodada al mundo presente. Puedes leer 1 Corintios 3, 16-17.
Evangelio: Mateo 16, 21–27.El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo.
Negarse a uno mismo y cargar con la cruz son, en el fondo, el anverso y reverso de una misma decisión: aceptar perder la vida por Jesús y por el Evangelio. Sólo así la salvaremos. Esta es una enseñanza desconcertante, pero constante en Jesús: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12, 14). «Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él» (2 Tm 2, 11).
Testigos del Señor: Santa Rosa de Lima
Isabel Flores de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de «Rosa» al que ella añadió «de Santa María», nació en Lima en 1586. La sociedad de su época esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.
Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o «doctrinas».
Rosa en su interior vive un dilema:por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento. A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar.
Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara), cultiva el huerto de casa y trabaja en costura. De esta forma aporta al sostenimiento de su familia amenazada con estrecheces económicas. En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.
Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa construye una cabaña con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de «contemplación en lo secreto». A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.
Ella misma querrá salir de Lima como misionera pero diversas circuns- tancias se lo impiden .Murió a los treinta y un años en Lima el 24 de agosto de 1617. Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.
Fue celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio, ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Siente profunda veneración por Santa Catalina de Siena con quien se advierte una sorprendente afinidad, por ello decide, en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica. Amante de la soledad dedica gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la «oración secreta», divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración. Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los «indios». Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.
Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano «debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón».