Reflexión domingo 11 de febrero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor
Reflexión
La Palabra de Dios que pro-clamamos hoy nos narra la curación de un leproso: Si quieres, puedes limpiarme, dice el leproso a Jesús. Quiero: queda limpio, le responde Jesús, tocándolo con la mano y curándolo de la lepra.
La lepra era una enfermedad temible, que desfiguraba a la persona, que era declarada impura y era excluida del pueblo, por temor al contagio.
Pero ¿qué nos quiere decir a nosotros hoy este evangelio?
El pasado miércoles nos recordaba el Señor que lo que hace impuro al hombre es el pecado que sale del corazón del hombre.
Y ese pecado –el desobedecer la ley de Dios, los Mandamientos– desfigura la imagen de Dios que somos por la Creación y daña la comunión con la comunidad.
Además, la Palabra nos recuerda algo importante: tú no puedes salvarte a ti mismo, no te puedes curar a ti mismo. Necesitas ser sana-do, ser rescatado, ser salvado: y sólo Jesucristo es El Salvador.
Y por eso, la Palabra nos invita a que tú y yo, como el leproso, con humildad nos acerquemos a Jesús, y le supliquemos: Si quieres, puedes limpiarme.
Si quieres. El leproso no exige, suplica. Todo es don, todo es gracia.
El Señor te invita a que no te quedes mirándote a ti y lamentándote por tus heridas y dolencias. Te invita a que levantes la mirada y le abras el corazón a Él, y le entregues todas tus dolencias: tus heridas, tus sufrimientos, tus debilidades, tus impotencias, tus peca-dos… Sólo Él puede sanarte. ¡Nadie te ama como Él!
Cristo es el verdadero «médico» de la humanidad, a quien el Padre celestial envió al mundo para curar al hombre, marcado en el cuerpo y en el espíritu por el pecado y por sus consecuencias.
Todos los tiempos tienen su «lepra» y sus enfermedades. En el nuestro están ahí y de forma bien clamorosa. ¿Quiénes son los «leprosos» de nuestros días? Las víctimas de la cultura de la muerte y del descarte, especialmente las personas víctimas de las nuevas formas de “esclavitud”, los que no encuentran sentido a su vida, los que han perdido toda esperanza, los que viven abatidos por el peso de
sus pecados y creen que no pueden salir de su postración, los que sufren por heridas abiertas que no encuentran sanación…
El Papa Francisco nos recuerda frecuentemente que hoy la Iglesia está llamada a ser un “hospital de campaña”.
Estamos llamados a experimentar el amor, el perdón y la compasión de Jesús con nosotros y llamados a vivir esa compasión con el hermano que sufre.
El Señor te invita hoy a que le prestes tu voz para anunciar la Buena Noticia a los que sufren; tus manos para vendar los corazones desgarrados; tu corazón para amar a los que nadie ama; tus pies para ser mensajero que anuncia la paz que viene del Señor, para poder re-integrar a todos en la familia de Dios.