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Reflexión domingo 16 de febrero
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,17.20-26):
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacian vuestros padres con los falsos profetas.»
Palabra del Señor
Reflexión
Bienaventurado es sinónimo de “dichoso”, “feliz”. Así, las Bienaventuranzas son, en palabras del Papa Francisco «como el carnet de identidad del cristiano» (Gaudete et Exsultate, 64). De este modo, tras el Sermón de la Montaña, «la palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha» (GS, 65).
Si entramos en el contenido de las Bienaventuranzas, descubriremos que presentan actitudes contrarias, en muchas ocasiones, a los valores de nuestra sociedad. Poca gente consideraría recomendable la pobreza, el hambre o la exclusión. Sin embargo, quienes viven estas situaciones descubren una realidad escondida a los demás: la necesidad del otro. Nadie se salva por sus propias fuerzas.
Que el Señor nos conceda ser conscientes de la necesidad que tenemos de Él, para que así descubramos su amor hacia nosotros y, de este modo, podamos llevar ese amor a los demás.