Reflexión Domingo 19 de diciembre
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45):
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra de Dios
Reflexión
No es difícil caer en la trampa de reducir la Navidad a una fiesta meramente familiar, tradicional o sentimental, o a un recuerdo de un acontecimiento lejano que poco tiene que decirte hoy a tu vida. Por eso, para poder celebrar la Navidad como Dios manda, la Iglesia nos propone en este último Domingo de Adviento contemplar a la Virgen María. La Virgen María ha podido recibir a Jesús porque estaba preparada, y nosotros sólo podremos recibir a Jesús si estamos preparados, como María. ¿Cómo nos preparamos? En primer lugar, con un verdadero deseo de que venga Jesús; después eliminando los obstáculos que haya en nuestro corazón que impiden la venida de Jesús: el pecado, la soberbia, el orgullo, la autosuficiencia, la falta de humildad, la falta de caridad. También es importante que -en medio del ruido de la sociedad- tengamos una actitud de escucha de la Palabra de Dios, dejándola penetrar y actuar en tu corazón; y de docilidad al Espíritu Santo, dejando que Él conduzca tu vida. La Palabra de Dios hoy nos enseña que los humildes son los que encontrarán a Dios: Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel. Por eso, la Palabra de Dios hoy nos propone como ejemplo a MARÍA. Ella es la humilde servidora del Señor. La que se reconoce pequeña, la que es sencilla y está abierta a Dios. María se convierte así en un modelo para nosotros en este final del Adviento: ella recibe a Dios por su humildad, porque le acepta sin condiciones, porque está dispuesta a aceptar y cumplir su voluntad, porque sabe que Él es el Señor y ella la sierva, Él es el Maestro y ella la discípula. Así lo vivió Jesucristo y así estamos a vivirlo todos sus discípulos: Al entrar Cristo en el mundo dice: … He aquí que vengo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad. ¡Ánimo! ¡No te dejes robar la Navidad! Porque llega el Enmanuel, “Dios con nosotros”. Él Señor quiere entrar en tu corazón. ¡Ábrelo de par en par! ¡Déjate llenar por Él! ¡No le pongas resistencias! ¡Encontrarás la paz, la alegría y la felicidad que sólo el Señor te puede dar! También tú escucharás las palabras que proclama Isabel, llena del Espíritu Santo: Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá. ¿Tienes tu corazón a punto para la NAVIDAD? ¿Cómo está tu corazón? ¿Estás preparado ya para recibir al Señor que llega? ¿Está tu corazón limpio de todo obstáculo? ¿Tienes ganas de que Jesús esté en tu corazón y lo llene? ¡Ten un corazón sencillo y humilde como el de María y prepárate para recibir al Señor! ¡Encontrarás la paz, la alegría y la felicidad que sólo el Señor te puede dar! Él quiere entrar en tu corazón. ¡Ábrelo de par en par! ¡Déjate llenar por Él!