Reflexión domingo 19 de junio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,11b-17):
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Palabra del Señor
Reflexión
Celebramos en este domingo una nueva solemnidad: el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Es como si la Iglesia no quisiera abandonar estas fiestas pascuales, y prolongara la celebración de estos Misterios preparándonos para el verano. Después de la culminación de la Pascua con la Solemnidad de Pentecostés, la semana pasada celebrábamos el amor trinitario de Dios; y este, que Jesús realmente se ha quedado con nosotros, escondido bajo apariencia de pan, para alimentar nuestra alma.
A mediados del siglo XIII, Pedro de Praga, sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, realizó una peregrinación a la ciudad de Roma para pedir, sobre la tumba de San Pedro, una gracia especial. A su retorno a Bolsena, mientras celebraba la Santa Misa en la Cripta de Santa Cristina, se percató de que había un rastro de sangre sobre el corporal (paño litúrgico de color blanco que se coloca sobre el altar) cuya fuente era la forma u hostia consagrada que tenía en sus manos.
La noticia llegó rápidamente a oídos del Papa Urbano IV, quien se encontraba cerca de la Cripta, en Orvieto. Pronto el Pontífice mandó que el corporal sea llevado a su presencia. Una vez que lo tuvo frente a sí, lo contempló maravillado.
El Papa entendió que se trataba de un milagro auténtico, con un mensaje claro: los fieles han de fortalecer su fe y amor a la Eucaristía. Entonces, publica la bula “Transiturus”, en la que quedó establecida la celebración del Corpus Christi para la Iglesia universal todos los jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. Nosotros, por razones pastorales, la hemos trasladado al domingo para que todos los fieles puedan celebarla.
“El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”, dijo Jesús en la última cena; este es el verdadero pan del Cielo que ha venido para alimentar y hacer crecer nuestro hombre nuevo. ¿Has descubierto ya la potencia escondida de Dios en este alimento? ¿Te has postrado adorando a Dios que se ha hecho tan pequeño como para quedarse en la hostia consagrada? Permanece en el Señor y en la Eucaristía dominical e irás descubriendo cada vez más este misterio de amor.
Jesús se ha hecho Eucaristía para hacerte uno con los demás, para transformar tu corazón desde dentro y, siendo otro Cristo, puedas ofrecer tu cuerpo como hostia viva diciendo con él: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”.