31 jul

Reflexión Domingo 31 de julio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

EN aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Palabra del Señor

Reflexión

¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad. Así comienza la primera lectura de hoy. Y es que cuando va flojeando la fe… van apareciendo los ídolos.
Y hoy la Palabra que, como siempre, nos invita a la conversión, nos quiere llamar la atención sobre la idolatría de la mundanidad, sobre la que tanto nos advierte el Papa Francisco: El cristiano no puede convivir con el espíritu del mundo. La mundanidad que nos lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo… todos nosotros debemos despojarnos de esta mundani-dad: el espíritu contrario al espíritu de las bienaventuranzas, el espíritu con-trario al espíritu de Jesús (cf. EG 93; Asís 2013).
Así nos lo recuerda hoy la Palabra: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba… no a los de la tierra… En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros.
Guardaos de toda clase de codicia, porque el amor al dinero es la raíz de todos los males (cf. 1 Tim 6, 10).
Y es que donde está tu tesoro allí está tu corazón. El objetivo de tu vida no es ganar dinero, sino llegar al cielo: de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma… (cf. Mt 16, 26).
La Palabra de Dios hoy te invita a revisar en profundidad tu vida para descubrir dónde está tu corazón. Te invita a revisar tu escala de valores para ponerlos en su sitio, sabiendo que, aunque las cosas materiales son necesarias, no pueden constituir nunca el centro de tu vida ni ser tu única preocupación: el dinero hay que usarlo, pero no hay que amarlo.
Hay que usarlo, porque necesitamos las cosas materiales para vivir. Pero no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4). Por tanto, no hay que amarlo. Amar el dinero sería caer en la idolatría: le estarías pidiendo la vida a quien no te la puede dar.
¡Sólo Dios es Dios! ¡Sólo Dios basta! Tu corazón no es una “hucha” o una “caja fuerte” que se pueda llenar con dinero o con las cosas materiales… Tu corazón es tan grande que ¡sólo Dios puede llenarlo del todo!
Es una Palabra que te invita a confiar en Dios, que es tu Padre, que te ama y que cuida de ti. ¡Dios provee! Pídele lo que necesitas ¡y descansa!
Lo que has acumulado, ¿de quién será? Dios no te pedirá las libretas de los bancos, ni los títulos de propiedad de tus posesiones, ni los diplomas de las escuelas, ni los trofeos y medallas, ni los aplausos humanos…
Lo único que te va a pedir el Señor, lo que te hará verdaderamente feliz, la única riqueza que nadie te podrá quitar es tu fidelidad a Él y el pasar por el mundo haciendo el bien. ¿Dónde está tu corazón? ¿Dónde estás poniendo tu seguridad? ¿A qué aspiras en tu vida?
Pide el don del Espíritu Santo para poder vivir cada día descansando en Dios.

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