Reflexión domingo 5 de noviembre
Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
Reflexión
Esta palabra nos invita seria-mente a la conversión. Porque el espíritu del fariseísmo fácilmente cae sobre nosotros y nos puede atrapar.
¿Cuándo caemos en el fariseísmo?
Cuando te quedas en el mero cumplimiento de ley y no vas al fondo del ser discípulo: dejarlo todo para seguir a Jesús, para vivir en su voluntad y no en la tuya.
Cuando te crees mejor que los demás y vives juzgando y condenando, despreciando…, en lugar de mirar al otro como lo mira el Señor: desde la verdad, pero con misericordia: no para destruir ni para humillar, sino para acoger, animar y sanar: Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Esta no es una invitación a predicar el evangelio de las re-bajas sino la proclamación de que todo es don, todo es gracia.
Cuando crees que te salvas por tus fuerzas y tus méritos, des-preciando la gracia de Dios.
Cuando vives en la hipocresía: no en la incoherencia de la debilidad (quiero, pero no puedo), que te lleva a la humildad y a confesar tus peca-dos; sino en la doblez del no quiero, pero aparento, que te lleva al endurecimiento del corazón.
Cuando buscas tu gloria y no la de Dios. Y por eso vas mendigando el reconocimiento, los primeros puestos… Todo lo que hacen es para que los vea la gente…; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor… El primero entre vosotros será vuestro servidor.
Cuando vives más como un erudito que como un discípulo: cuando conoces el camino, pero no caminas; conoces la Escritura, pero no te dejas iluminar por ella; estás más ocupado con las ‘cosas’ de Dios que en tener un verdadero encuentro con Dios para vivir cada día haciendo la voluntad de Dios.
No te asustes si ves que esto aparece por tu corazón. ¡Pero no dejes que se quede en él! ¡Invoca al Espíritu Santo! Pídele un corazón nuevo que busque únicamente vivir en la voluntad de Dios.