12 nov

Reflexión domingo 12 de noviembre

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.» Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.» Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor

Reflexión

La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos invita a estar en vela, porque no sabemos qué día vendrá el Señor. Nos presenta la parábola de las diez vírgenes, invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos. Ser cristiano es ir al encuentro
de Cristo, el Esposo, fiel y misericordioso que nos ha amado primero, para tomar parte con él en el banquete nupcial. Esta relación es la que el Señor quiere vivir ya ahora contigo: una relación de amor, de intimidad, de cercanía, de presencia salvadora en tu vida de cada día, en tu vida de hoy. No viene a quitarte nada de lo que te hace feliz, sino a dártelo todo. Esto es vivir de la fe. La fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se goza, que se vive con el Señor. No estás solo. El Señor está contigo todos los días. Y esta historia llegará a su plenitud cuando lleguemos al cielo, la meta hacia la que caminamos. Dios te ama tanto, que te ha creado para vivir con Él para siempre. Para vivir una vida nueva, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu (cf. 1 Co 2, 9-10). El Señor llama a la puerta y llega constantemente. Vivir vigilantes es vivir cada día con el Señor, escuchando y acogiendo confiadamente su Palabra y tratando de vivir según su voluntad y no según tus deseos o según las modas de la sociedad. En nuestra vida de discípulos no podemos dejarlo todo para el momento final, porque no sabemos cuándo ni cómo llegará ese momento, y, por consiguiente, no sabemos si tendremos tiempo para hacer lo que debíamos tener ya hecho. Y, además, esto sería signo de falta de amor a Dios: el que ama no va calculando egoísta e interesadamente la medida de su generosidad, sino que se entrega incondicionalmente desde el primer momento. ¿Qué es el aceite, del que habla la parábola, necesario para ser admitidos a la fiesta? San Agustín dice que es un símbolo del amor, que no se puede comprar, pero se recibe como don, se conserva en la intimidad y se practica en las obras. Este amor es don de Cristo, infundido en nosotros por el Espíritu Santo. Las vírgenes necias representan las vidas sin amor, las que dan a Dios el mínimo requerido y que a la hora de la verdad se demuestra insuficiente. Ante Dios cuentan las decisiones claras de una vida entregada con generosidad y sinceridad de corazón, a pesar de las limitaciones humanas. Los «cristianos» que no son fieles, los que «se lo montan a su manera», los que no quieren convertirse, los que buscan su propia gloria y no la de Dios, pueden llevarse un gran susto en el momento final: No os conozco. En la parábola no hay reprimendas. Sencillamente: Dios no puede reconocer como suyo al que no ha sido fiel a lo largo de su vida, al que no ha intentado cada día convertirse y vivir vigilante, al que no ha intentado cada día vivir en la voluntad de Dios.
Y luego una advertencia: velad para no ser sorprendidos. El cristiano es un hombre que frente al futuro está siempre en actitud de alerta. La vida no puede concebirse como un juego. Y con la vida eterna menos aún: no podemos jugárnosla. Esta es la verdadera sabiduría de la que nos hablado la primera lectura. El hombre sabio y prudente no es aquel que está lleno de conocimientos humanos, científicos y técnicos, pero quiere construir su vida en el orgullo y en la autosuficiencia, sino que la verdadera sabiduría está en conocer la voluntad del Señor, en vivir de su Palabra, y descansar nuestra vida en sus manos. Por eso el Reino de Dios es de los pobres y los humildes, porque ellos son quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. ¡Ánimo! ¡Pide el don del Espíritu Santo! Que te enamore de Jesucristo, que puedas vivir este amor de juventud, de enamorado. Si vives esta historia de amor con el Señor, tendrás dentro una esperanza invencible, llevarás en tu corazón la vida eterna, llevarás como una lámpara que iluminará tu vida y con la que atravesarás la noche más allá de la muerte hasta que llegues al gran banquete del cielo.

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