19 nov

Reflexión domingo 19 de noviembre

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»»

Palabra del Señor

Reflexión

Escuchamos en el Evangelio la parábola de los talentos, con la que el Señor nos llama a la conversión a la gratuidad.
Todo lo que eres y lo que tienes es don de Dios. Tú no te has dado la vida a ti mismo. Y además de la vida, Dios te ha dado otros dones: capacidades naturales (como la inteligencia, la simpatía, cualidades artísticas…); también el don de la fe, y también carismas concretos que el Espíritu concede para una misión que te encomienda. Todo es don, todo es gracia.
No tenemos ‘derecho’ a estos ta-lentos. Son dones gratuitos que Dios da como quiere y cuando quiere; y están destinados no al lucimiento personal sino al bien de la comunidad, que crece bajo la acción del Espíritu Santo.
El primero de estos dones es el Espíritu Santo mismo, que ha sido derramado en nuestros corazones y pone en ellos la caridad, el amor fraterno (cf. Rom 5, 5). En esta parábola te invita a des-cubrir los talentos que has recibido de Dios. ¿Cuáles son tus carismas? También es necesario que revises si estás haciendo trabajar bien tus talentos y que te preguntes cómo los puedes mejorar. ¿Qué estás haciendo con tus talentos? ¿Qué estás haciendo con tu tiempo, tu dinero, tu juventud, tu fuerza, tu vigor, tus conocimientos, tu simpatía…?
Has recibido del Señor los talen-tos como dones que debes hacer fructificar en tu vida. Al que tiene mucho, se le exige mucho; al que tiene poco, se le exige poco.
¿Qué hacer para hacer fructificar estos dones? La Palabra nos ha dado dos pistas: el Salmo y el versículo del Aleluya: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos y Permaneced en mí, y yo en vosotros; el que permanece en mí da fruto abundante.
Vigilar es ser fiel a los dones y a la misión recibida; es permanecer unidos al Señor: en la oración, en la escucha y acogida confiada de la Palabra, en la Eucaristía, en la comunión eclesial, en el servicio generoso a los hermanos; es vivir con gozo y generosidad la vocación a la que el Señor te ha llamado.
Es tomarte en serio tu vida y la misión que el Señor te ha encomendado.
Esperar el Reino de Dios es trabajar y arriesgar por él. La des-preocupación del holgazán es muy seria: en el fondo, el siervo desconoce a Dios; quiere vivir una seguridad falsa. ¡Ánimo! ¡Sé valiente! ¡No tengas miedo en entregar tus talentos! Recibirás el ciento por uno. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

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