Reflexión jueves 15 de septiembre
Lectura del santo evangelio según san Juan (19,25-27):
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor
COMENTARIO:
Al pie de la cruz
Un fenómeno desconcertante que he observado en muchas iglesias modernas de todo el mundo es que el cuerpo de Cristo en la Cruz tiene poca sangre. Hemos desinfectado su cuerpo, dejando sólo unas pequeñas manchas de sangre aquí y allá, y haciendo que parezca agradable a nuestros ojos. Sin embargo, en realidad, la suya fue una muerte sangrienta. Las Escrituras nos dicen que no había nada atractivo ni majestuoso en él (cf. Is 53,2). Su sangre habría empapado a la Madre María, de pie al pie de la Cruz. Al estar empapada en su sangre, María encontró consuelo y sentido a su sufrimiento. Nosotros también debemos estar bajo el Crucifijo, con María a nuestro lado, con la sangre santificadora de Cristo derramándose sobre nosotros. Así encontraremos sentido y gracia también en los momentos de mayor sufrimiento de nuestra vida. Nuestros dolores serán dolores santos, como los de la Madre María
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro:
Sabemos que las penas y sufrimientos
son inevitables en esta vida
para los que siguen a tu Hijo crucificado.
Danos suficiente confianza en ti
para mantenernos fieles
y para creer y esperar en tu amor
incluso en el abismo del sufrimiento.
Danos el valor de enfrentar y asumir
las dificultades de la vida
y de llevar los unos las cruces de los otros,
unidos a María, nuestra Madre Dolorosa,
en servicio de Jesucristo, nuestro Señor
EN FAMILIA:
Que las mamás cuenten a los hijos las veces que ellas han sufrido por cosas que les han pasado a sus hijos. Así, también la Virgen María con su hijo Jesús cuando estaba en la cruz.