6 jul

Reflexión jueves 6 de julio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,1-8):

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Palabra del Señor

COMENTARIO:

Jesús no distinguía muy bien entre curar, perdonar, sanar, reconciliar. Lo que le importaba era el bien de la persona. Ni siquiera le importaba mucho el pasado –lo que hubiera hecho o dejado de hacer la persona–. Para él solo contaba que tenía delante a una persona, un hijo o hija amado por Dios, creatura suya. Dios, y Jesús por tanto, no podía sino querer su bien, su curación, su salvación. Ni rencores ni venganzas, ni recriminaciones ni penitencias. Jesús mira al presente, se compadece, empatiza, se acerca al que sufre por la razón que sea y actúa.

Frente a Jesús están los letrados, los escribas, los leguleyos. Los que a base de estudiar las escrituras y las leyes, han llegado a pensar que saben perfectamente y conocen y controlan hasta el modo como Dios hace las cosas y se relaciona con las personas. En su sabiduría han llegado a pensar que una cosa es perdonar los pecados y otra cosa sanar de una enfermedad. Han puesto condiciones al perdón de Dios. Parece que, según ellos, Dios solo perdona cuando se ponen delante la lista de pecados, concretados en número y especie y cuando se está arrepentido y cuando se cumple la penitencia –el castigo adecuado a los pecados cometidos–. Con tantas condiciones hasta les parece más fácil el milagro de curar a un paralítico que perdonar los pecados.

ORACIÓN:

Señor Dios nuestro:

    Con frecuencia no entendemos

    lo que nos pides en la vida.

    Danos una fe confiada -te rogamos-

    para que sigamos creyendo en ti

    incluso cuando no vemos

    a dónde nos llevas.

    Danos la fe de Abrahán,

    dispuesto a sacrificar a su hijo;

    Danos la fe del paralítico,

    que encontró renovado valor

    cuando recibió perdón por sus pecados.

    Mándanos levantarnos y caminar

    con la certeza de que tú nos amas

    y quieres llevarnos hacia ti,

    que eres Dios por siempre,

por los siglos de los siglos.

EN FAMILIA:

Que los niños escriban en un papel todo aquello que les hace felices. Y luego verificar si han puesto no estar en pecado. Hacer una reflexión sobre ello.

pastoral

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