Reflexión jueves 4 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 9,1-8)
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se puso en pie y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Palabra del Señor
Reflexión
Dentro de esta sección de milagros realizados por Jesús como signo de la llegada del poder del Reino a las personas concretas, hoy escuchamos un doble milagro muy singular, que pone de manifiesto la singularidad de la persona de Jesús.
Él cura a un paralítico, pero antes le ha perdonado sus pecados. Es más, le devuelve la movilidad como signo evidente para quienes le ven y escuchan de su capacidad para perdonar los pecados. Se trata de una prueba irrefutable de su condición mesiánica y divina, ya que sólo Dios tiene autoridad para perdonar pecados. De ahí el escándalo que aquella escena provoca entre los escribas o expertos en la Ley que son testigos de ello.
Ahora bien, cualquiera puede atribuirse la pretensión de perdonar los pecados; lo que resulta difícil es demostrar que realmente se tiene esa capacidad. Jesús lo hará curando al paralítico de su enfermedad: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados – entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». Asumiendo la conexión tradicional en el mundo judío entre pecado y enfermedad (la desgracia es vista como una consecuencia del pecado), la curación confirma la verdad del perdón ofrecido por Jesús.
Es interesante notar que lo que mueve a Cristo a actuar es la fe de los compañeros que llevan a su amigo tendido en la camilla hasta donde está Jesús. Una vez se pone de manifiesto la importancia de la comunidad, de sostenernos unos a otros con nuestra acción y nuestra oración.
Acabo con una referencia al santuario de Lourdes. Una de las tres iglesias levantadas sobre la gruta de la aparición está dedicada a los misterios del rosario. Los misterios luminosos que añadió Juan Pablo II están representados en la fachada del templo. Me llamó la atención el hecho de que el tercero de estos misterios: la predicación del Reino, está representado mediante la escena del paralítico.
Es un modo de subrayar que el mensaje central de Cristo, que acontece a través de palabras y gestos, es la misericordia de Dios: «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra» (MV 1).
Al mismo tiempo nos ayuda a entender que la predicación del Reino de Dios necesita de nuestra cooperación. Como los amigos del paralitico, también nosotros podemos conducir a muchas personas al encuentro con Cristo.