Reflexión jueves 5 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Palabra del Señor
Reflexión
Los evangelios de estos días se centran en el discurso del pan de vida que Jesús ofrece en Cafarnaún después de la multiplicación de los panes y los peces. Rescatamos algunas frases del pasaje de hoy y reflexionamos brevemente sobre ellas.
La primera: «El que cree tiene vida eterna». Este tiempo pascual es un perenne recordatorio del misterio central de nuestra fe: Jesucristo ha resucitado y con su resurrección ha roto las ataduras del pecado y de la muerte. No hemos sido rescatados de ellos con bienes efímeros, con oro o plata, sino con la sangre de Cristo mismo. Él nos ha amado hasta el extremo, entregando su vida para que la tengamos en abundancia. He aquí la prueba de nuestra grandeza y nuestra esperanza; en Cristo hemos conocido que «Dios sabe encontrar en nuestro fracaso nuevos caminos para su amor. Dios no fracasa» (Benedicto XVI).
«Serán todos discípulos de Dios». Lo que corresponde al discipulado es “escuchar y aprender”. Porque el discípulo al convivir con el maestro, aprende a escuchar y escuchando como es debido, aprenderá adecuadamente lo que se le está comunicando. La verdad de la escucha y el aprendizaje se evidencian en la adhesión a Jesucristo. Por eso dirá más tarde: «Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí» (6, 45). Es lo que se aprende del Maestro que dice de sí mismo: «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre» (5, 19) Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que escucho a mi Padre.
Todos los bautizados estamos llamados a dar testimonio del Evangelio y actuar como Cristo en medio de nuestros ambientes y con los talentos que hemos recibido; para ser así sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5, 13s).
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre». Los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús. Por eso les dice: «Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera» (6, 49). Jesús es el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada.
Termina el pasaje con la extraordinaria afirmación: «Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo.