24 oct

Reflexión lunes 24 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 10-17.

 Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: «Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado». El Señor le respondió: «¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?». Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Queridos amigos y amigas:

Todos nos maravillamos de los milagros que realizaba Jesús. ¡Y cuántas veces le hemos pedido la curación de alguna enfermedad, nuestra o de alguna persona a la que queremos!

Sin duda, las enfermedades de aquella época eran difíciles de curar. No contaban con los medios actuales de diagnosis y terapias. No había salas de operaciones con la higiene que conocemos hoy, ni ecografías, ni vacunas, ni anestesias locales. Todo eso ha venido con el progreso técnico, médico y farmacológico.
Parece como si Dios hubiera dejado en manos de los médicos el cuidado del cuerpo para poder dedicar a los sacerdotes, sus más íntimos colaboradores, a la tarea más importante: el cuidado espiritual. Es increíble recuperar la vida de gracia y de intimidad con Dios. Es maravilloso ver nacer a Cristo cada día en la Eucaristía.

Porque la vida espiritual, aunque esté oculta a los ojos, tiene una dimensión infinitamente superior a las acciones puramente materiales. Por ejemplo, un acto de caridad hecho por amor a Dios embellece al alma de tal manera que nos quedaríamos extasiados si pudiéramos contemplarla.

Es impresionante lo que realizan en nosotros los sacramentos. Porque recibimos gracias especiales de Dios. Sin embargo, tenemos que reconocer que estamos sujetos a las realidades de la tierra y que no podemos percibir nuestra transformación en el mundo espiritual. Pero si tenemos fe, y perseveramos hasta el final, un día podremos ver con claridad, sin misterios, la grandeza de cada alma humana.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados”, todos los encorvados por la vida, “y yo os aliviaré”, y os sanaré y liberaré (Mt 11,28). Jesús no pudo hacerlo con todos los encorvados que había en Israel en aquel tiempo, pero tuvo suficientes gestos de curación y liberación para que no olvidemos nunca cuál es su deseo. Y llamó hipócrita al jefe de la sinagoga porque se escandalizó de que el signo de hoy lo hiciera en sábado.

Quizá hoy más que nunca necesitamos escuchar de Jesús “levántate”, para poder decirnos los unos a los otros, palabras similares. Seguro que, siguiendo su encomienda, vamos a él, le escucharemos su idea favorita: “Levántate y echa a andar”; pero erguido, con la cabeza bien alta.

Hoy nos podemos preguntar ¿De qué pesos y agobios queremos que El Señor nos libere?

¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios.

pastoral

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