3 oct

Reflexión lunes 3 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,25-37):

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

El santoral nos trae hoy la memoria de San Francisco de Borja. Su recuerdo va unido a la experiencia de lo efímera que es la vida humana “no serviré más a un señor que se pueda morir”. La humildad en este extremo de la vida se convierte en una fuente de sabiduría para la vida eterna.

La parábola del Buen Samaritano nos muestra el camino para llegar a la vida bienaventurada, el mandamiento del amor fraterno hecho realidad en la vida de cada día. La parábola no nos dice si el hombre llegó su destino, es de suponer que después de la cura pudo seguir su camino. La ocasión de ejercer la caridad nos la pinta  San Lucas de forma magistral, naturalmente después de recoger los dichos y los hechos de Jesús conforme se lo transmitieron los testigos oculares de la vida del Señor. La enseñanza fundamental es la práctica del amor sin mirar el origen y la condición persona. No siempre resulta cómodo acercarse a un enfermo o a un  herido, en la práctica diaria de nuestras relaciones son las personas en sus diferentes actividades y estados de vida los que constituyen nuestro prójimo, de forma extraordinaria las víctimas de las calamidades naturales y de las maldades humanas, como la guerra, terrorismo…

La ley siempre nos descubre nuestro pecado pero no nos perdona ni nos salva, únicamente la gracia es la fuerza que nos justifica y nos salva, un don que hemos de merecer con nuestras buenas obras y nuestra vida de fe. El sacerdote y el levita son expertos en la ley y pasan de largo. La misericordia divina, nos cura, nos perdona y nos salva. Hemos de aprender a ser misericordiosos como nuestro Padre del cielo. La realidad de cada día nos descubre la necesidad de pedirle al Señor que nos haga ser buenos samaritanos.

-Pidamos por la paz en el mundo entero.

-Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de ser misericordiosos.

-Pidamos por las vocaciones al sacerdocio.

-Pidamos por la salud de todos los enfermos.

-Pidamos a nuestra Madre la Virgen de los desamparados, que nos haga ser misioneros en nuestro mundo.

 

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