6 nov

Reflexión lunes 6 de noviembre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 12-14.

 En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel hombre principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

 Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

Queridos amigos y amigas:

¿Te imaginas invitando a cenar a cien personas desconocidas? Si alguien hiciese eso hoy en día, lo mínimo que le pasaría es que saldría en el telediario del día siguiente. Lo «propio» es invitar a los amigos íntimos para pasárselo bien. ¿acaso está mal esto? No, ¡cómo va a estar mal convivir con los amigos!

Hoy, el Señor nos enseña el verdadero sentido de la generosidad cristiana: el darse a los demás. La Palabra de Dios siempre nos hace pensar y esta vez nos invita a ser generosos y a reflexionar sobre la sinceridad cuando damos algo.

La generosidad de dar tiempo, talentos o dinero a veces se mezcla con interés que le quitan, delante de Dios, el beneficio de la eternidad.

El cristiano se mueve en el mundo como una persona corriente; pero el fundamento del trato con sus semejantes no puede ser ni la recompensa humana ni la vanagloria; debe buscar ante todo la gloria de Dios, sin pretender otra recompensa que la del Cielo.

El Señor nos invita a darnos incondicionalmente a todos los hombres, movidos solamente por amor a Dios y al prójimo por el Señor. Esto es así porque el Señor nos ayuda a entender que, si nos damos generosamente, sin esperar nada a cambio, Dios nos pagará con una gran recompensa y nos hará sus hijos predilectos. Por esto, Jesús nos dice: «Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo» (Lc. 6,35).

Pidamos a la Virgen la generosidad de saber huir de cualquier tendencia al egoísmo, como su Hijo. «Egoísta. —Tú, siempre a “lo tuyo”. —Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños (…)» (San Josemaría).

Jesús es nuestro don y recompensa, y nuestros hermanos más pobres nuestra riqueza, responsabilidad y gracia de Dios para nosotros y nosotras. ¿A quiénes invitamos a nuestra mesa?

¿No será cierto que hay más felicidad en dar que en recibir, y que el que menos cosas desea es el más rico? Ayudemos sin esperar nada a cambio. Demos sin esperar nada a cambio.

¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios

pastoral

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