Reflexión martes 19 de enero
Evangelio según san Marcos 2, 23-28
Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron:
-«Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les respondió:
-«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros».
Y añadió:
-«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
Palabra del Señor
Oración
Señor Jesucristo,
luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación, concédenos la abundancia de tu fuerza,
para que preparemos delante de ti caminos de justicia y de paz.
Amén.
Reflexión
La observancia del Sábado estaba relacionado con la creación: «en el último día Dios terminó el trabajo que había hecho y en el séptimo día descansó». Dios bendijo el séptimo día y lo santificó (Gn 2, 2-3). Además, dicho descanso sabático traía a la memoria la salida del pueblo de Israel de Egipto y el pacto que quedó establecido: Dios los sacó de allí con su mano poderosa y su brazo extendido y, por tanto, los hebreos, recordando lo que Él había hecho por ellos, debían guardar el Sábado (cfr. Dt 5, 15). Para el pueblo de Israel, así, el cumplimiento del Sábado era signo del pacto de Dios.
Sin embargo, a través del tiempo, algunas autoridades religiosas invadieron el Sábado con tantos reglamentos, que se corría el riesgo de no cumplir con su propósito: el amor al prójimo. Ciertamente, la finalidad de la Ley judía (y lo mismo podríamos decir de la cristiana) es el amor al prójimo (cfr. Rm 13, 10), que, por supuesto, para comprender esto con toda su profundidad es necesario saber qué es amar.