Reflexión martes 26 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»
Palabra del Señor
Reflexión
Este capítulo 17 del evangelio de Juan es conocido como la “oración sacerdotal”. Jesús se nos presenta como sacerdote que recurre a la oración de intercesión por los suyos y en vísperas de su ofrecimiento sacerdotal.
Juan se basa en las enseñanzas y oración de Jesús, y con ella nos brinda una síntesis de su teología joánica (hora, glorificar, vida eterna, obra, mundo, enviar, verdad, conocimiento…).
Jesús ha cumplido la misión del Padre y ha de volver junto a Él después de su muerte y resurrección, la Ascensión que celebramos el pasado domingo, y en la que nos promete que estará con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos, y nos envía al Espíritu Santo, Jesús y el Padre son uno, unidad que extiende a los creyentes. Y esto lo hace desde el punto referencial de “su glorificación”. La gloria es lo más divino de Dios en su actividad salvadora.
En este evangelio hay dos partes bien definidas, la primera es la que Jesús pide por sí mismo, pide la participación en la gloria divina. La segunda pide por sus discípulos, por los que el Padre le entregó y éstos aceptaron como enviado del Padre, pide porque se mantengan en el camino de la salvación y protegerlos de la tentación del mal.
¡Padre, ha llegado la hora! Ha llegado la hora de que veas la gloria del Señor, la gloria que se manifiesta en la muerte y resurrección de su Hijo, en su ascensión a los cielos, en el envío del Espíritu Santo, en la historia que hace con cada uno de nosotros, cuantas veces en un sufrimiento hemos vislumbrado la gloria de Dios, la gloria que da sentido al sufrimiento, Jesucristo ha muerto y resucitado para ser glorificado y dar sentido a tu sufrimiento, a tu vida….
Ánimo, tenemos a Jesús a nuestro lado intercediendo ante el Padre por ti, por mí, por todos.