28 jun

Reflexión martes 28 de junio

Del evangelio según san Juan 17,20-26

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo:

— «Padre santo: no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos».

Palabra del Señor

 

Reflexión

Habiendo celebrado no hace mucho la Fiesta de la Santísima Trinidad, hoy la Iglesia nos presenta este Evangelio en que Cristo, siendo uno con el Padre y el Espíritu Santo, pide que nosotros también seamos uno para que el mundo crea. En efecto, en el origen de toda la realidad no se encuentra otra cosa que el amor de Dios, el amor entre tres Personas. Esto debería hacernos caer en la cuenta de lo importante que son para nosotros las relaciones personales o hacernos pensar en qué las fundamentamos. Si es en la interpersonalidad donde realmente nos comprendemos como personas, donde nos sentimos amados y donde amamos, es muy difícil de comprender que puede existir una persona feliz sin un tú.

La lógica es esta: solamente surge el testimonio del amor de Dios mediante el testimonio del amor entre los hombres, puesto que se hace meridianamente creíble la existencia de Dios si los hombres son capaces de superar el sufrimiento que supone tantas veces el compartir la vida con los demás mediante la ayuda de lo que ellos jamás pueden dar, la comunión divina.

Oración

Señor, Dios nuestro,

que otorgaste a tu obispo san Ireneo

la gracia de mantener incólume la doctrina y la paz de la Iglesia,

concédenos, por su intercesión, renovarnos en fe y en caridad

y trabajar sin descanso por la concordia y la unidad entre los hombres.

Amén.

 

pastoral

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