12 jul

Reflexión miércoles 12 de julio

Del evangelio según san Mateo 10,1-7

En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el fanático, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

-No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.

Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

       Escuchamos en la primera lectura la impresionante historia de José, vendido por la envidia de sus hermanos. Una historia, como la tuya y como la mía, llena de cosas que no entiendes.

        Una historia en la que también aparece el pecado: el que tú haces y el que hacen otros y te afecta a ti; como tu pecado afecta tantas veces a los demás.

       Pero una historia en la que José deja entrar a Dios, pone a Dios en el centro, y entonces el Espíritu Santo la transforma en historia de amor y de salvación.

       Entonces, como dirá san Pablo (cf. Rom 8, 28): en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman”: Dios escribe recto con renglones torcidos.

       Por eso, esta palabra te invita a que dejes entrar a Dios en tu vida y le dejes ser el Señor de tu historia, y a pedir cada día el don del Espíritu Santo: Él hace nuevas todas las cosas; Él puede sacar bien del mal, puede sacar vida de la muerte, puede convertir la cruz en resurrección y gloria.

       José tampoco se venga de sus hermanos, ni los juzga ni los condena. Como tiene a Dios en su corazón, puede mirar a sus hermanos con los ojos de Dios, y así compadecerse de ellos y tener una mirada de misericordia.

       Esta es también la perspectiva del Salmo: Dios es Señor de la historia. ¡No tengas miedo! Déjate llevar por el Señor, deja que Él haga los planes de tu vida. Él te ama más que nadie y sus ojos -ojos de amor y misericordia- están puestos en ti, para que tengas vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).

       Él, y sólo Él, por el don del Espíritu Santo, puede transformar la rutina de tu vida en un regalo nuevo cada día.

       El Evangelio nos recuerda la llamada. Todo en el ser persona y en el ser cristiano es vocación, llamada. El Señor te ha llamado y te llama cada día por tu nombre, porque te ama: no existes por casualidad. Dios te ama, te llama a la vida, a seguirle, a una vocación concreta…, pero, en definitiva, te llama a la santidad.

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

Acción Familiar

«Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca» (Mateo 10; 7).

Gesto

  1. Encendemos una vela.
  2. Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
  1. Gesto en Familia:

En la seguridad que Dios me ama incondicionalmente, recuerdo honestamente lo hecho en el día anterior, lo sucedido y mis sentimientos. ¿Tengo algo que agradecer? Doy las gracias… ¿Hay algo que lamento? Pido perdón. Lo comentamos en familia.

  1. Oración final:

Señor Jesús,

Te pido ayuda,

para librarme de mis preocupaciones,

y estar atenta/o a Dios en este tiempo de oración,

para llegar a amarlo y servirlo cada vez más.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

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