7 sept

Reflexión miércoles 7 de septiembre

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

La Palabra continúa mostrándonos los signos de la vida nueva, de la vida en el Espíritu.

El que es de Cristo ha encontrado la perla preciosa, va teniendo en su vida la experiencia de san Pablo: para mí la vida es Cristo… todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él (cf. Flp 1, 21; 3, 8-9).

Y vive como un peregrino en camino hacia la meta: el cielo: de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma (cf. Mt 16, 26). Vive con los pies en la tierra, la mirada en el cielo y el Señor en el corazón, porque el momento es apremiante… y la representación de este mundo se termina.

La clave está en vivirlo todo en el Señor y para el Señor: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos (cf. Rom 14, 7-9).

Ante las diferentes situaciones que se dan en la comunidad respecto al estado de vida, San Pablo nos recuerda que en el ser persona y en el ser cristiano todo es vocación:  que cada cual viva conforme le asignó el Señor, cada cual como le haya llamado Dios.

El que vive en el Espíritu, vive no para dar satisfacción a sus deseos, sino a la escucha de la voluntad de Dios. Para eso, ha recibido el don de consejo y el don de fortaleza: para poder discernir qué es lo que Dios quiere y poder llevarlo a la práctica.

Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano (Francisco, GS 63), son como una “ecografía” del corazón de Jesús. Así es el corazón de Jesús. Y así será tu corazón si dejas que el Espíritu Santo lo vaya modelando.

Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

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