8 nov

Reflexión miércoles 8 de noviembre

Del Evangelio según san Lucas 14,25-33

Grandes multitudes le acompañaban; y Él, volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: «Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar». ¿O qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación y pide condiciones de paz. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo.

Palabra del Señor

 

Comentario

Se nos anima a dar pasos que nos conduzcan por el camino hacia nuestro hogar celestial; se nos pide que nos apartemos de cualquier cosa o persona que pueda obstaculizar nuestro camino. Ante todo, nuestra mente y nuestro corazón pertenecen al Señor. Debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para buscarle a Él primero y todo lo demás caerá en su lugar.

Mis «posesiones» y zonas de confort se ven desafiadas por mi creciente relación con Jesús. ¿Qué me ayudaría a soltarme de estas falsas seguridades? Permíteme pedir su ayuda para poder confiar plenamente en Él.

 

Gesto

  1. Encendemos una vela.
  2. Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
  1. Gesto en Familia:

Dios vino a traer la vida, tanto en Carne como en Palabra. ¿Qué palabra vivificante he recibido hoy? O si nada me ha tocado, ¿puedo sentir la presencia vivificante de Jesús conmigo en este momento?

Lo comentamos en familia.

  1. Oración final:

 

Señor,

Guíame siempre para hacer tu santa voluntad

sabiendo que tu fuerza a través me llevará.

Ayúdame a recordar que Tú me diste la vida.

Gracias por el regalo de la vida.

Enséñame a ir más despacio, a estar quieto

y a disfrutar de los placeres creados para mí;

a ser consciente de la belleza que me rodea:

Necesito recordar que todas estas cosas vienen de ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos.

Amén.

Acción Familiar

«Estar presente es llegar como uno es y abrirse al otro».

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