Reflexión viernes 11 de febrero
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor
Reflexión
Los milagros de Jesús siempre suponen una referencia a su Padre Dios. Hoy le presentan un sordo, que apenas puede hablar. Podemos entenderlo como un paradigma de tantas personas de nuestra sociedad, especialmente jóvenes, que viven aisladas en sus ideas, en sus relaciones virtuales y son incapaces de escuchar al que tienen al lado. Eso les impide también comunicarse con normalidad. El encuentro con Jesús es una ocasión de apertura. Jesús quiere que salgamos de nosotros mismos, de nuestra cerrazón, de nuestro egoísmo. Nos abre los oídos para que escuchemos la buena noticia, nos suelta la traba de la lengua para que podamos ser testigos con nuestra palabra de lo que Dios hace en nosotros y también podamos alabarlo. Jesús todo lo hace bien. Hemos de confiar en Él y pedirle que nos saque de nuestro aislamiento.