Reflexión viernes 11 de noviembre
Del Evangelio según san Lucas 17, 26-37
Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. Os digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán». Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?». Él les dijo: «Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy escuchamos uno de los anuncios que Cristo hizo durante su vida terrena de que un día volvería a nuestra historia. Es lo que también confesamos en el Credo: «desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin». Ese Día es, en palabras de Cristo, «el día del Hijo del hombre». También lo llamamos “Parusía” o “Segunda Venida de Cristo”. Ese Día temible y glorioso, cuando Cristo vuelva, terminará la historia y será el juicio final de toda la humanidad.
El Señor Jesús también nos dijo, en diferentes momentos, cómo sería ese Día y qué pasaría antes de que ocurriera, qué signos lo precederían. Hoy escuchamos una de las características de ese día: vendrá de improviso, cuando tenga que ser, y a unos los encontrará preparados y a otros no. Y ya no habrá tiempo de cambiar la situación.
El Señor pone como ejemplo los días de Noé. También entonces todo ocurrió de repente. También entonces estaban todos avisados, pero unos hicieron caso (Noé y su familia) y otros no. Incluso dentro de la misma casa o de la misma familia. Y cada uno se encontró con el diluvio así como estaba personalmente; ya no hubo posibilidad de cambiar nada. Lo mismo ocurrirá en el Día del Hijo del hombre. Vendrá como ladrón en la noche. Tenemos el aviso de que ocurrirá, pero no sabemos cuándo. Será como es la muerte de cada uno: es cierta su venida, pero no su hora. Y así como estamos nos encuentra. La preparación, por tanto, al Día del hijo del Hombre y al día de nuestra muerte, sólo puede ser hecha cada día de nuestra vida, como si fuera el último.
Junto con esta advertencia, en la lectura de hoy, el Señor nos da otra: «El que pretenda guardar su vida la perderá, y el que la pierda la recobrará». Es una de las claves de todo el Evangelio. Uno se salva dándose a Dios, que es como morir. No hay otra manera.