Reflexión viernes 26 de enero
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,26-34
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
Reflexión
Ofrecemos un extracto de una homilía del Papa Francisco en misa en Santa Marta .El motivo fue, como es habitual, el Evangelio del día, tomado de un pasaje de Juan (16-20) El momento supremo en el que «Jesús se despide» de los apóstoles antes de la Pasión, el Papa Francisco dedicó la meditación durante la misa celebrada en Santa Marta el jueves 26 de abril de 2018.
Para ver el texto completo puede verse
Cuánto podría aprender todo cristiano si, con «humildad», se dejara mirar por Jesús «con la misma mirada» con la que el maestro miró a sus amigos durante la última cena. Podría compartir el privilegio que fue de los apóstoles de recibir y comprender qué significa para su vida la «herencia de Jesús», el «testamento» que Él les encomendó en dos gestos: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies
«en la alegría del tiempo pascual» la Iglesia hace meditar sobre «un momento triste, de angustia»: ese en el que Jesús, que «sabe qué sucederá», se despide «con ese discurso largo, bonito, de los capítulos de Juan» que precede las horas del Getsemaní y la Pasión.
«En esta despedida», subrayó el Pontífice, el Señor realiza «dos gestos, que son instituciones: dos gestos para los discípulos y para toda la Iglesia que vendrá. Dos gestos que son el fundamento, por así decir, de su doctrina»: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies. De estos dos gestos «nacen los dos mandamientos: los dos mandamientos que harán crecer a la Iglesia si nosotros somos fieles».
el «primer mandamiento» que es el «del amor». Y es «nuevo» porque, explicó, «estaba el mandamiento del amor —amar al prójimo como a mí mismo— pero esto da un paso más: amar al prójimo como yo os he amado». Por tanto: «el amor sin límites», sin el cual «la Iglesia no va adelante, la Iglesia no respira. Sin el amor, no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencias, de gestos sin fecundidad». Con la eucaristía, en la que Jesús «da de comer su cuerpo y de beber su sangre», él «dice cómo debemos amar nosotros, hasta el final».
Está también el otro gesto, el del lavatorio de los pies, en el que «Jesús nos enseña el servicio, como camino del cristiano». De hecho, «el cristiano existe para servir, no para ser servido». Y es una regla que vale «toda la vida». Todo está encerrado ahí: de hecho, «muchos hombres y mujeres en la historia», que se lo han «tomado en serio», han dejado «rastro de verdaderos cristianos: de amor y de servicio».
«La herencia de Jesús fue esta: “Amaos como yo he amado” y “servid los unos a los otros”. Lavad los pies los unos a los otros, como yo os he lavado los pies a vosotros».
“Yo conozco a quienes he elegido”». De hecho, el Señor dice: “sé que uno de vosotros me traicionará”». ¿ «Creo que nos hará bien, a todos nosotros, un momento de silencio, dejarse mirar por el Señor y mirar al Señor», reconocer que Jesús nos ha «enseñado el amor, con la eucaristía» y «el servicio con el lavatorio de los pies», entender que ninguno es más grande que el que le ha enviado» y ser conscientes de estar frente a quien nos conoce. Está bien «dejar que la mirada de Jesús entre en mí. Sentiremos muchas cosas: sentiremos amor», o quizá «estaremos bloqueados ahí, sentiremos vergüenza». En cualquier caso «dejar siempre que la mirada de Jesús venga. La misma mirada con la cual miraba en la cena, esa noche, a los suyos».
Es una meditación en la cual el hombre puede humildemente decir: «Señor tú conoces, tú sabes todo», como Pedro, en Tiberíades, que afirmó: «Tú conoces todo, tú sabes todo. Tú sabes que te amo». El Señor de hecho sabe qué hay dentro del corazón de cada uno.
Oración
Proponemos como oración, la que nos invitó el Papa a rezar a la Virgen durante la Pandemia.
Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Acción familiar
En este año Jubilar se presenta esta catequesis de María al Pie de la Cruz
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