Reflexión viernes 4 de junio
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.
Palabra del Señor
Reflexión
Jesús es el rey de los siglos, Hijo eterno del Padre, por lo tanto, está claro que es Señor de David y de todos los hombres aparecidos en la tierra antes y después de Él. ¿Por qué los judíos no sabían responder? Leían la Escritura, pero no de forma espiritual. Quien lee la Biblia tan sólo como un documento histórico y literario encontrará muchas incoherencias, discordias y contradicciones en los textos. Ya Orígenes había dado una respuesta al respecto. El autor de la Escritura es el Espíritu Santo que se sirve de escritores humanos. En los textos hay un doble sentido, espiritual y humano. El sentido espiritual es uno solo, porque proviene del Espíritu divino. Los sentidos transmitidos por el hombre son distintos porque los autores son hombres, y como tales, distintos unos de otros. Quien lee la Escritura espiritualmente, encontrará el misterio de la salvación en todo lo que lea.
Los judíos estaban seguros de que el Mesías vendría de la estirpe de David: esta era la promesa. Tenían una fuerte coherencia familiar y nacional que al hombre moderno, individualista, no logra comprender.
Cristo en este pasaje se refiere al salmo mesiánico 110: “Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies.” El título Señor al futuro Mesías significa, por lo menos inconsistentemente, confesar su divinidad.
David era el rey de Israel, y su historia narra los hechos más caballerescos de la Biblia. Era el último y llegó a ser el primero de la nación, pero cometió un grave pecado. Pero el poder no se le subió nunca a la cabeza, ni le hizo olvidar que reinaba por mandato divino, en lugar de Dios y como precursor del Mesías. Esta conciencia lo salvó en todos los éxitos y adversidades de la vida. Por eso David es considerado un gran santo y poeta místico. Leemos sus salmos para acordarnos, también nosotros, del motivo principal que los inspiraba: “Te amo, Señor, mi fuerza” (Sal 18,2).