Mentoring en el ámbito escolar para frenar las conductas adictivas en adolescentes
MENTORING EN EL ÁMBITO ESCOLAR PARA FRENAR LAS CONDUCTAS ADICTIVAS EN ADOLESCENTES
La realidad educativa de los adolescentes en nuestro país aparece negativamente condicionada por la relevante presencia del consumo de drogas y la mayor exposición a conductas de riesgo. Los ámbitos de socialización tradicionales (escuela y familia), aun siendo muy importantes, están perdiendo fuerza en las sociedades modernas. Su capacidad de control compite cada vez en mayor medida con otras fuentes de influencia social como son los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, a las que hay que añadir, en el caso de los adolescentes, al grupo de amigos y compañeros.
Diversas investigaciones (Font, Gerstner y Lara, 2017; Latimer y Zur, 2010; Elkington, Bauermeister y Zimmerman, 2010) señalan que la inmadurez afectiva y la impulsividad propia de este grupo los sitúa en un momento evolutivo sensible a conductas de riesgo que repercutirían en el estado de bienestar global afectando a las esferas psicológicas y específicamente a la salud mental.
El patrón que predomina entre los adolescentes se caracteriza porque priorizan la gratificación inmediata y el vivir el presente; se creen invulnerables al peligro y sienten curiosidad por nuevas vivencias estimulantes y arriesgadas; tienen dificultad para controlar los impulsos y son muy influenciables por los medios de comunicación y la publicidad. (Martínez-Fernández, Lloret-Irles y Segura-Heras, 2018).
Conductas de riesgo y adolescencia
Entre estos patrones destaca el consumo de sustancias, que continúa siendo un importante problema de salud pública. Según el Informe Mundial sobre las Drogas que realiza la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2019), el mayor riesgo de iniciación en el abuso de sustancias lo encontramos en el período de la adolescencia temprana (12 a 14 años) y tardía (15 a 17 años). En la misma línea, la Encuesta Estatal sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES 2018-2019) pone de manifiesto que en España un 75% de los adolescentes de entre 14 y 18 años consumieron algún tipo de droga en el último año y un 59 % en el último mes.
Al igual que en el abuso de sustancias, el uso de las TIC, las redes sociales y las fuentes de influencia social como la publicidad del juego online, son estímulos que pueden acarrear graves consecuencias para el adolescente (Uchuypoma, 2017). Según los datos aportados por el PND (Plan Nacional sobre Drogas, 2016), la prevalencia pone de manifiesto que un 82,2 % admiten haber jugado a videojuegos en el último año y un 22, 7% haber jugado por medio de dinero.
Esta etapa coincide además con los problemas de la conducta alimentaria, desde anorexia y bulimia nerviosa hasta trastornos por atracones y síntomas subclínicos. Varios estudios epidemiológicos de los últimos años señalan que la prevalencia en España es de un 3,6% de jóvenes entre 12 y 17 años y en muchos casos guardan relación con el uso de las redes sociales, sobre todo Facebook e Instragram. (Gismero, 2020; Tiggermann y Zaccardo, 2015)
A su vez la sobreexposición a la violencia debido a la mayor disponibilidad a internet se ha convertido en un aumento de las conductas disruptivas en los adolescentes y una forma común de acoso en el contexto escolar o lo que se conoce como ciberacoso o ciberbullying (Díaz Aguado, Martínez y Martín, 2013).
Resulta de interés la relación establecida por dichos estudios ya que en ocasiones tienen una comorbilidad existente. Por un lado, el descenso de autoestima, la insatisfacción y las dificultades para controlar los impulsos se han relacionado mayoritariamente con factores como la dificultad para la regulación emocional (Schreiber, Grant y Oudlaug, 2012; Tice, Bratslavsky y Baumeister, 2001). Por ejemplo, en el caso de las adicciones con sustancias, hay mayor abuso de las mismas en jóvenes con dificultades a la hora de regularse emocionalmente (Hessler y Katz, 2010). Por otro lado, se han encontrado evidencias de que la regulación emocional podría estar interviniendo en la aparición de un uso compulsivo de internet y de los videojuegos (Haagsma, Caplan, Peters, y Pieterse, 2013).
De forma regular, en otro estudio se señala que en ambas problemáticas existen factores predisponentes como la dificultad para diferenciar las respuestas emocionales que generan bienestar de las que generan malestar; necesidad de aprobación externa para mantener la autoestima y desarrollar autonomía, indicadores todos éstos de una latente dificultad en el ámbito de las habilidades sociales (Salk y Engeln-Maddox, 2011).
La importancia de la prevención escolar
Frente a esta realidad, ¿cuál debería ser el papel del sistema educativo? A partir de la literatura científica que consagra la prevención escolar, el estudio de los factores de riesgo y protección pertenece a una de las primeras intervenciones en dar respuesta a los problemas planteados, y sigue siendo hoy en día el más ampliamente utilizado para poder detectar grupos de alto riesgo.
Sin embargo, existen cuestiones aún sin responder acerca del desconocimiento general que evidencian tener muchos de los profesionales que se dedican al campo educativo (Sena, Mara de Almeida y Dalla, 2016). Siendo el apoyo docente un elemento de la cultura escolar que influye enormemente en la frecuencia y severidad de las conductas riesgosas, es importante la inclusión de este tema en su formación para conseguir un nivel intersectorial más eficaz en la prevención.
Plan de acción tutorial o «mentoring» como solución
Atendiendo a la necesidad educativa de los adolescentes, recientes estudios como el de Perkins et al. (2020) dan un giro en torno a la prevención escolar centrada ésta en el mentoring. El mentoring se entiende fundamentalmente como el proceso en el cual una persona con más experiencia (el mentor, ya sea psicólogo, educador o docente) enseña, aconseja, guía y ayuda a otra (el tutelado, es decir, el adolescente) en su desarrollo personal, social y profesional.
La tutoría académica se presenta con una gran potencialidad de orientación y acompañamiento, cimentado en un proceso de ayuda y apoyo al aprendizaje y en muchos casos al desarrollo de los docentes (Manzano-Soto, Martín-Cuadrado y Sánchez, 2008). Este apoyo involucra ayudas instrumentales, emocionales e informacionales que los mentores brindan o ponen a disposición de los estudiantes (Malecki y Demaray, 2002) y que repercuten positivamente en el ambiente de los mismos.
Por consiguiente, la tutoría puede facilitar la formación integral de la persona a lo largo de su vida, orientarle en momentos críticos, ayudando a detectar o prever posibles problemas a través del seguimiento. En este sentido, la evidencia demuestra cómo estas acciones son una estrategia prometedora para aumentar la autoestima y la conexión escolar entre jóvenes, así como la reducción de comportamientos de riesgo, como el uso de sustancias y el comportamiento antisocial en la escuela (Hernandis et al. 2014).
Atendiendo a los factores de riesgo antes mencionados, sería interesante aplicar una propuesta de intervención que nazca de la integración de diferentes abordajes entre ellos el Plan de Acción Tutorial basado en tutorías académicas o mentoring (Perkins et al, 2020) y, en base a Bisquerra (2010) y Hurtado (2016) con diversas variables tales como la conciencia emocional, la regulación emocional, la autoestima, y la resolución de conflictos para detallar los factores de riesgo que influyen en este grupo etario.
Como se ha dicho anteriormente, uno de los principales motivos por el que las personas presentan conductas de riesgo, entre ellas, el abuso de sustancias, es por regular sus emociones y por no saber afrontar determinadas situaciones. De esta forma, se pretendería desarrollar habilidades en los adolescentes para que comprendan y reconozcan sus propios sentimientos y aprendan a definir su noción de identidad con una visión de la autorregulación y el autoconocimiento, no solo como algo temporal, sino también como medio de disfrute.
De este modo, a través del Plan de Acción Tutorial se puede desarrollar un programa de prevención universal, para toda la población estudiante y de forma continuada en el tiempo; complementario de los programas preventivos clásicos y junto a la prevención familiar beneficioso para poder impedir o limitar el potencial decline habitual del inicio en el consumo de sustancias o de cualquier otra problemática. Es por ello que éste, se debería fomentar como un instrumento de orientación para las familias proporcionando información acerca de los temas tratados durante el programa, con algunas premisas para que puedan seguirlas si así desean en un ámbito distinto al escolar.
En este sentido, se ha observado una creciente evidencia empírica que constata la eficacia de los programas de mentoría, concretamente en casos de adicciones a Internet, móvil, juegos y apuestas online (Barrios, Pérez y Pantoja, 2020; para la prevención del cyberbullying (Carbonell y Cerezo, 2019; Morales, Martínez-Vilchis, 2018); para las conductas de riesgo (Romero, Gómez, Villar y Rodríguez, 2019), por lo que la tutoría como factor protector puede plantearse en sentido de apoyo hacia la conexión escolar y el desarrollo positivo de los jóvenes. Y, aunque la efectividad de las intervenciones sean numerosas (Blakeslee y Keller, 2012), en España las investigaciones sobre la mentoría social se están iniciando recientemente.
La intención es seguir abriendo camino hacia una educación inclusiva, donde todo el mundo sea capaz de labrar su propio camino hasta alcanzar los objetivos propuestos. Y para esto, es muy importante concebir la educación como un constructo multifactorial en el que no solo hablamos de cognición sino también de emoción.
Me llamo María Felipe Soguero, estudié el Grado de Psicología en la Universidad de Valencia y posteriormente el Máster Universitario en Educación y Rehabilitación en Conductas Adictivas de la Universidad Católica de Valencia. Para complementar mi formación académica he realizado prácticas en diversos centros enfocados a las drogodependencias y la salud mental tales como la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) de Catarroja y la Unidad Prevención Comunitaria en Conductas Adictivas (UPPCA) de Alfafar. Además, pertenezco desde hace ya cuatro años, a la asociación Grupo Martes FISAT como partícipe activa en las terapias de grupo y como monitora de noche en una vivienda tutelada. Al mismo tiempo también he realizado prácticas voluntarias como psicóloga en el Centro Penitenciario de la ciudad de Teruel. Todo ello centrado en mejorar la integración social y laboral de personas con problemas de adicción, drogodependientes, reclusos y ex-reclusos. La idea del voluntariado siempre me ha llamado la atención. Sin ir más lejos, he pertenecido a la asociación Bokatas acompañando a personas sin hogar y también he viajado a Grecia para colaborar en campos de refugiados.
Máster Universitario en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas
Postgrados de Psicología, Terapia Ocupacional y Logopedia