Habilidades para la vida en la prevención selectiva de conductas adictivas, por Román Rodríguez.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1999 define las habilidades para la vida como “la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”.

Son 10 las habilidades y se clasifican en tres grupos: son habilidades emocionales la empatía, el manejo de emociones y sentimientos, y el manejo de tensiones y estrés; son habilidades sociales la comunicación asertiva, las relaciones interpersonales y el manejo de problemas y conflictos; y por último, son habilidades cognitivas el autoconocimiento, el pensamiento creativo, la toma de decisiones y el pensamiento crítico.

Los programas de prevención selectiva de conductas adictivas cuyo marco de trabajo se basa en habilidades para la vida además trabajan objetivos tales como la reducción de riesgos asociados, adquisición de habilidades sociales, académicas y de resolución de conflictos, diminución de factores de riesgo y fomento de factores de protección. Todos ellos interrelacionados, de manera que, al hacer hincapié en el trabajo de dichas habilidades, se ve reforzada la consecución del resto de objetivos. Por otra parte, Sussman et al. (2004) corroboran que los programas centrados en el fomento de habilidades para la vida, motivación y toma de decisiones son eficaces para reducir el consumo de sustancias.

Cabe destacar el uso consciente del término ‘conductas adictivas’, en lugar del de ‘consumo de sustancias’, puesto que implica una visión integradora que complementa a estas últimas. Se incluyen también otras conductas que pueden abarcar problemáticas tan preocupantes como las derivadas del consumo de drogas. Pueden ser el juego de apuestas online, el uso patológico del móvil, conductas sexuales de riesgo o conducción peligrosa de vehículos a motor, algunos ejemplos que se pueden dar con o sin presencia del consumo de drogas. Al final se trata de conductas que alejan a la persona del concepto de salud en su acepción más amplia.

Es de sentido común que el refuerzo de las habilidades para la vida, arriba citadas, va a suponer un factor de protección destacable. Fortalecerlas transfiriendo su aprendizaje al resto de ámbitos es lo que permite ir a la raíz de la conducta de riesgo. Vivir la propia vida se puede considerar un arte. Las personas como responsables de nuestros actos, construimos nuestro futuro. A modo de productores de nuestra propia obra creamos nuestras propias películas, unas veces de miedo y terror, otras veces de suspense, cine negro, amor, o cómicas. Saber poner en juego las habilidades adecuadas en el momento propicio pavimenta un camino, puede que de baldosas amarillas, por el que transitar, e influido por la propia percepción del mundo. Vivir implica recorrer ese camino lleno de aventuras poniendo a prueba las habilidades que hemos ido desarrollando. Al final, se trata de darse cuenta de que, como protagonistas de nuestra historia, creamos una nueva realidad que está en armonía con nuestras habilidades, identidad y valores.

Sobre el autor: Román Rodríguez Sebastián

Es estudiante de Grado en Psicología y de Posgrado en Psicoterapia Gestalt Integrativa. Posee titulación de Maestro, doble especialidad de Educación infantil y primaria, un Máster en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas, y formación internacional en Terapia a través de la Aventura y Educación Experiencial. Por experiencia personal cree en la capacidad de cambio de las personas y en las segundas oportunidades. Ha encontrado su sitio en la relación de ayuda basando su práctica en el descubrimiento y refuerzo de talentos personales. Actualmente trabaja con un equipo multidisciplinar en Terapia Aventura, involucrado en proyectos de prevención de conductas adictivas para jóvenes, y como facilitador de grupos vulnerables.

Máster Universitario en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas

Postgrados de Psicología, Terapia Ocupacional y Logopedia

UCV