LA GENTE NO QUIERE SUFRIR. Sobre la eutanasia
LA GENTE NO QUIERE SUFRIR. Sobre la eutanasia
Es muy frecuente que, en un campo como el de la reflexión y el diálogo sobre la eutanasia, las personas estemos imbuidas por sentimientos ante los procesos de muerte de los pacientes y constituye un serio riesgo e
caer en el mero emotivismo. En ese espacio, los juicios morales se convierten en mera conclusión de los sentimientos, sin sustrato argumental ni razón suficiente
Es necesaria una reflexión racional que oriente a los sentimientos para que no sea una mera compasión superficial la que reclame el reconocimiento efectivo de la dignidad del sufriente. Si algo podemos constatar en me
dio del debate es que unos y otros, lo que más comparten, es el deseo de que las personas no sufran, y quizás también la indignación ante sufrimientos evitables que se producen por falta de buena praxis en el tratamiento y cuidado de las personas al final de la vida.
Desde la década de 1950, por lo menos, se habla de “algofobia” o fobia al dolor para designar la nueva actitud burguesa cada vez más extendida. Es posible que cada vez sea más verdad que la gente quiere adjetivar su propia muerte, no vivirla expropiada, ni siquiera por la misma naturaleza humana, por paradójico que pueda resultar esto. Hans Küng, cuyo pensamiento sigue en evolución al respecto, invitaba en 1997 a considerar que a la vez que hemos conquistado mayor conciencia de responsabilidad en el inicio de la vida, hemos de conquistar mayor conciencia de responsabilidad al final de ella.
La gente no quiere sufrir. Al final tampoco. Observamos cómo viven el final nuestros seres queridos y, en ocasiones, nos parece que largo el tiempo. Conocemos, vemos cine o nos cuentan de quienes conviven mucho tiempo con enfermedad, sufrimiento y dependencia, y aumenta fácilmente el rechazo a imaginarnos en una situación semejante.
Vivimos, en realidad, en una sociedad que anhela analgesia para el sufrimiento presente y futuro. Hoy, superadas las terminologías de eutanasia activa, pasiva, directa, indirecta, voluntaria, involuntaria, junto con aquellas otras palabras como distanasia, ortotanasia, cacotanasia…, etc. Se tiende a hablar de contexto eutanásico, situación eutanásica. La situación eutanásica sería aquella situación en la que el valor de la vida humana parece encontrarse en una condición tal de oscurecimiento u ocaso que una terapia de anticipación de la muerte aparece como alternativa mejor.
Ciertamente, el pasado de la humanidad no has sido como hoy. ¡Cuánto dolor no ha sido calmado en la historia por falta de conocimientos y medios! Hoy solo hay que imaginar qué ha supuesto un simple dolor de muelas durante siglos, y su forma de tratarlo, nos pone los pelos de punta. Imaginar que tenían que esperar a que pasara un dentista itinerante por el pueblo para que arrancara sin anestesia una pieza dentaria, o bien acudir al herrero para que hiciera la labor con una tenaza… O imaginar que nos realizan una mastectomía con la única anestesia de una copita de vino dulce, quizás con un poco de láudano, y siendo agarradas a la cama por varios hombres vestidos de negro, mientras el cirujano corta con un cuchillo venas, arterias, carne, nervios lo más apresuradamente posible.
Pero hoy, dotados de arsenal anestésico y terapéutico para aliviar a nivel físico, cognitivo, social, emocional, espiritual… Con estas cotas de humanización logradas, ¿a dónde vamos con la idea de “dar muerte” a un semejante?
Autor del artículo: José Carlos Bermejo
José Carlos Bermejo
Experto en humanización de la salud, en duelo y bioética, director máster en counselling,
posgrado en duelo, en humanización, en gestión y en pastoral de la salud.
Director del Centro de Humanización de la salud y Centro Asistencial San Camilo de Tres Cantos, Madrid, España. Profesor de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, Católica de Portugal y Católica de Valencia y del 1994 al 2019 del Camillianum de Roma, autor de numerosos libros y artículos en español, portugués e italiano.
Postgrados de Psicología, Terapia Ocupacional y Logopedia
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