combate espiritual

El combate espiritual V

El combate espiritual V. Bien calzados

«Calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz» (Ef 6, 15). El calzado no es propiamente un arma, pero no se entiende el equipamiento militar sin él. La razón es evidente: si los pies no están protegidos, sin un buen agarre al suelo, uno se muestra vulnerable, débil… incapacitado para la lucha. Si no te puedes mover o sostenerte, ya no vales nada para el combate… aunque tu espada esté bruñida y tus músculos fornidos; aunque tu cabeza esté bien dispuesta y tus reflejos atemperados… Y es que el calzado asegura la estabilidad y posibilita el movimiento eficaz. No en vano utilizamos la expresión “estar bien calzado” para expresar la preparación adecuada a una tarea, sea cual sea. El buen calzado es, pues, tanto estabilidad (fundamento) como posibilidad de avanzar con fuerza. Estabilidad-fundamento y movimiento libre, sin impedimentos.

¿Qué cumple esta función en el combate espiritual?, ¿qué nos da estabilidad en la lucha y nos “lanza” hacia delante?

La carta a los Efesios usa esta expresión: «Calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz» (Ef 6, 15). No dice calzarse “con el evangelio de la paz”, sino con la prontitud, preparación, celo… de, para… el evangelio de la paz. Hemos de calzarnos pues con una “preparación”, con una “disposición”, con un “cimiento”. Se trata, por tanto, en un primer momento, de estar “bien calzados” en el Evangelio, bien fundamentados en él. Estables en él. La misma verdad la encontramos en la primera carta a los Corintios, cuando san Pablo dice: «Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, 2 y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano» (1Cor 15, 1-2).

Con todo, el verbo “hetoimatzo” (preparar), lleva una idea de preparación para una acción, como cuando la carta de san Pedro dice que debemos estar preparados para dar razón de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,15). Así, pues, esta preparación también incluye la idea de la disposición para el anuncio del Evangelio. Fundados en el Evangelio y dispuestos para anunciarlo. Eso que se anuncia es el Evangelio de la paz.

¿Por qué dice san Pablo “Evangelio de la paz” y no sólo “Evangelio”? No quiere decir que haya varios Evangelios, sino que la paz es el resumen del mismo. Pero no cualquier paz. La paz, el shalom, es la abundancia de Dios que trae el Mesías. Eso es lo que se anuncia: la obra de Dios en Cristo. La reconciliación con Dios que ha obrado el Señor Jesús, pues la relación con Él estaba rota por el pecado. Se rehace la Alianza con Dios… Y esta Paz tiene que ver con pies y con camino: «Para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,79).

Este camino de Paz, camino que se puede recorrer, lo puedo anunciar porque primero lo he creído y porque vivo de esa buena noticia. El mensajero anuncia, alegre, lo que cree y en lo que vive: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!» (Is 52, 7).

Así que, en conclusión, el cristiano debe vivir en esta doble dimensión del calzado: establecido y dispuesto para el anuncio. O, dicho de otro modo, fundamentado en haber creído, en vivir escuchando, la buena noticia del Reino. Esta escucha fiducial deviene movimiento, anuncio. Porque he creído puedo anunciar (cf. 2Cor 4, 13s).

Para tener estabilidad en mi vida y en el combate, debemos creer siempre a la buena noticia del Señor, tener ahí los pies. “¡No movernos de ahí!” Debemos vivir escuchando la bondad de Dios, su poder, la Verdad… Debemos mantenernos firmes en que Dios nos quiere introducir en su Paz. Y esto se hace inmeditamente misión, anuncio, proclamación. No puedo creer en la mejor noticia y luego no comunicarla. La fe se hace celo: «Porque nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos» (2Cor 5,14s). Contemplare et contemplata aliis tradere – Contemplar y llevar a otros lo contemplado. No hay mejor calzado

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