9 feb

Reflexión miércoles 9 de febrero

Del evangelio según san Marcos 7,14-23:

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-«Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo:

-«¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.»

Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió:

-«Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

       Ayer, el Evangelio nos mostraba a los escribas y fariseos que acusan a Jesús y sus discípulos de no respetar las tradiciones de los mayores y comer con manos impuras.

       Hoy, en el Evangelio que escuchamos, Jesús responde diciéndonos dos cosas importantes.

       La primera: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro… (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Lo que Dios ha creado no puede manchar, pues toda la creación es buena.

       La segunda: lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.

       El corazón del hombre está profundamente herido por el pecado original. Por eso, tantas veces aparecen en él cosas que no son buenas o que, no siendo malas, no nos convienen.

       Tenemos la experiencia que describe san Pablo en la carta a los Romanos (7, 14): a veces hacemos el mal que no queremos hacer y, en cambio, el bien que deseamos hacer, tantas veces, al final no somos capaces de hacerlo

       Por tanto, no podemos dejarnos llevar sin más por lo que aparece en el corazón: hay que discernir, es decir hay que ver cuál es la voluntad de Dios.

        Para discernir hay que comenzar invocando al Espíritu Santo, que es el que nos guía hasta la verdad plena, el que nos abre el corazón a la conversión; y luego hay que contrastar nuestros deseos con la ley de Dios, con los diez mandamientos (y todo lo que nos enseña el Señor), que nos lo ha dado para que seamos santos y felices.

       Porque lo que sí nos hace impuros es el pecado: los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.

       Es posible no dejarse llevar por el Espíritu de Dios y recaer en la esclavitud del pecado, que nos lleva a la tristeza y a la infelicidad.

       Por eso, esta Palabra nos recuerda la necesidad de conversión, de no dejar que se endurezca el corazón.

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

Acción Familiar

«En estos días, Dios me enseñó como un maestro de escuela a su pupilo» (San Ignacio).

 

Gesto

  1. Encendemos una vela.
  2. Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
  1. Gesto en Familia:

 

En la Presencia de Dios recuerdo honestamente mis sentimientos del día anterior, mis alegrías, mis penas y mis esperas… ¿Puedo ver en cuáles estaba presente Dios? Comparto estos sentimientos con la familia.

 

  1. Oración final:

Amado Padre que estás en el cielo,

fuente viva de todo lo que es eterno en nosotros,

venimos ante ti a suplicarte que fortalezcas los dones que nos has dado.

 

Concédenos luz de vida,

con la que podamos caminar a pesar de las muchas cargas

e incertidumbres de nuestra vida terrenal.

Protégenos del engaño y la desilusión.

Fortalece en nosotros,

en muchos otros y finalmente en toda la humanidad,

la esperanza por tu reino eterno sobre nosotros,

que es inalterable e inconmovible.

 

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo,

Como era en un principio,

Ahora y siempre.

por los siglos de los siglos

 

Amén.

 

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