12 sept

Reflexión Domingo 12 de septiembre

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor

Reflexión:

La liturgia de este domingo viene a desvelarnos un poco más una pregunta fundamental del Evangelio: ¿Quién es Jesús?

Todo el Evangelio según san Marcos intenta dar respuesta a esta pregunta, para que realmente le conozcamos, le amemos y así queramos seguirle al experimentar lo que es el amor.

Puede que nosotros pensemos que sabemos muy bien quién es Jesús, que hemos leído y escuchado ya mucho de Él y que poco más podemos descubrir de nuestro Dios a estas alturas… Pero este Evangelio viene a revelar ciertas expectativas ocultas que quizá estén en nuestro interior, y que se dieron también en los discípulos más cercanos de Jesús.

Jesús quiere iluminar el corazón de los discípulos y les pregunta acerca de su identidad. Pedro toma la palabra y responde: “El Mesías”, que significa “el ungido” (el Cristo), el elegido y consagrado por Dios para salvarnos.

Y Jesús acoge estas palabras de Pedro porque son verdad, pero las purifica y le revela el autentico significado de las mismas.

Jesús le dice a Pedro (y a nosotros): Tú esperas un salvador que te lleve al éxito, que te lleve a vivir con salud, dinero y amor, arrancando de tu vida todo aquello que te hace sufrir; que haga que vivas las cosas sin cruz… y mi forma de salvar no es esa… voy a entregarme para enseñarte para qué está hecho realmente tu corazón, voy a amar hasta dejar que expriman mi vida, voy a enseñaros cómo se ama de verdad… y eso implica que no vamos a triunfar aparentemente, sino que vamos a perder; que no vas a ganar la vida, sino a perderla; que se van a reír de ti y a perseguirte aquellos que esperas que te reconozcan y alaben; que vas a vivir en un combate toda la vida frente a la tentación de buscar caminos fáciles… pero que al final, la vida y el amor triunfará.

Pedro (y tantas veces nosotros) se vuelve a Jesús y le increpa diciéndole: pero Jesús ¿cómo me va a pasar esto a mí estando contigo? Yo pensaba que estando contigo todo me iba a ir bien, que ya no iba a sufrir… Y nuestro Dios nos pone en nuestro sitio y nos dice “ponte detrás de mí”, sígueme y verás la luz y la vida que se esconde detrás de la cruz; no tengas miedo a entrar conmigo en la cruz de tu soledad, del abandono a la providencia, de la enfermedad… Yo estoy contigo. No cedas al camino ancho y espacioso de Satanás que lleva a la perdición… Si me sigues, si te niegas a ti mismo, coges tu cruz y entregas la vida (tu tiempo, tus fuerzas, tu seguridad…) salvarás la vida.

Que el Señor nos enamore en este día para querer y poder seguirle sin temor por el camino de la vida.

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