19 de julio

Reflexión Domingo 19 de julio

Domingo XVI del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-43):

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?» Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les respondió: «No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.»»

Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»

Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»

Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»

Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»

Palabra del Señor

 

Reflexión:

Jesús nos habla hoy en parábolas para anunciarnos los secretos -escondidos- desde la fundación del mundo. Es bonito recordar que Dios, nuestro Padre, tiene secretos escondidos y que Él se los quiere revelar a los que cada día se hacen pequeños para acogerlos.

Este domingo, nos instruye acerca del Reino de los Cielos y nos muestra la paciencia y la potencia de Dios para ir llevando a cabo su obra en el mundo y en nosotros. Si acogemos hoy este secreto con sencillez y humildad, nuestra fe y nuestra esperanza pueden verse fortalecidos.

La primera parábola, explicada por el evangelista al final del Evangelio, nos muestra la realidad que constatamos en nuestro entorno día a día: personas que buscan, con la ayuda de Dios, edificar su Reino en el mundo, y personas que parece que buscan lo contrario. A Dios, no se le escapa nada y permite -por amor- a sus hijos obrar en libertad y responsabilidad hasta el día del juicio.

Pero esta parábola también habla de nuestro corazón, y de la edificación del Reino de Dios en él. A veces podemos experimentar -sorprendidos o no- como en medio de nuestro trigo también aparece la cizaña; como después de tanto tiempo siguiendo a Dios, parece que se nos han colado obras, actitudes, pensamientos… que son más bien del reino de las tinieblas.

Esta parábola nos quiere hacer descansar en nuestra fragilidad, sabiendo que Dios la conoce y que estamos en sus manos. Es cierto que Él nos ha llamado a la santidad y que, si nos dejamos inundar por el Espíritu Santo, podemos vivir como otros “Cristos” (cristianos), pero también es cierto que a veces la cizaña sigue creciendo a la vez que el trigo y que Él tiene paciencia con nosotros y nos anima a no desfallecer en nuestro crecimiento.

Las otras parábolas de este domingo nos hacen comprender la potencia que hay escondida en las cosas de Dios. Una sola palabra, un sacramento, un acontecimiento de Dios en nuestra vida tiene la potencia escondida para transformar toda nuestra masa, para hacer de nosotros un verdadero cristiano donde puedan refugiarse y sentirse amadas otras personas.

Pidamos al Señor que hoy nos llene de fe, esperanza y caridad, y que haga germinar esta semilla de vida en nosotros.

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