11 abr

Reflexión jueves 11 de abril

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,31-36):

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor

Reflexión

  • En el evangelio escuchamos como Juan Bautista dice que Dios «no da el Espíritu con medida». Podemos reformularla en sentido positivo diciendo: «Dios da el Espíritu sin medida». La generosidad de Dios es la fuente de nuestra paz. Las personas estamos acostumbradas a ejercer nuestra generosidad siempre con cautela, pensando en no perder demasiado cuando nos damos a otros o damos algo de lo nuestro. En cambio, Dios da sin medida. Lo hemos revivido estos días de Semana Santa: Dios podía haber redimido el mundo con una gota de su sangre, pero lo dio todo, hasta derramar agua y sangre de su costado tras la lanzada del soldado en la cruz.

Desde esa certeza hacemos nuestra la antífona del salmo: «El afligido invocó al Señor y él lo escuchó». Un Dios que lo ha dado todo por nosotros no puede quedarse indiferente cuando le hablamos; Él siempre está a nuestro lado y nos escucha.

  • Esa certeza es la que impulsó a los apóstoles a anunciar el evangelio con valentía y confianza, aunque reciban un mandato del Sanedrín que les prohíbe enseñar en nombre de Jesús (v. 28).

La respuesta de los Apóstoles es muy significativa: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Un Dios que a través del ángel, como escuchábamos ayer, les había dicho: «explicad al pueblo todas estas palabras de vida» (Act 5, 20).

Los apóstoles son otros después de su encuentro con Cristo resucitado: sus miedos y sus cobardías han desaparecido. Las autoridades judías les han prohibido hablar de Jesús, les han metido en la cárcel, pero, una vez liberados, siguen proclamando la buena noticia, porque la gratitud hacia Jesús, la certeza de su poder sobre la muerte y el amor que arde en su corazón les impulsa con fuerza a llevar a cabo la misión que Jesús les ha confiado: anunciar el evangelio a todas las naciones.

Los apóstoles no pueden callarse las palabras de vida con las que ellos han sido alimentados; tienen que ofrecerlas y sembrarlas en otros corazones; tienen que liberar a los hombres de sus miedos, ofrecerles el sentido de sus vidas y darles la esperanza de un final que merece la pena: vamos a correr la misma suerte que Jesús; nos espera también la resurrección a una vida de total felicidad. Este es el destino que nos ha preparado Dios, nuestro Padre.

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