jueves 11 de junio

Reflexión jueves 11 de junio

Evangelio según san Mateo (10,7-13)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Reflexión

Celebramos hoy la festividad de san Bernabé, una de las personalidades más importantes de la Iglesia primitiva y, al mismo tiempo, un personaje muy desconocido para la mayoría de los cristianos.

Esa paradoja se refleja perfectamente en el hecho de que, por un lado, la Iglesia haya destacado la importancia de su figura y la trascendencia de su misión otorgándole el título de apóstol sin pertenecer al grupo de los Doce (honor que comparte con san Pablo y san Matías); y, por otro lado, que precisamente ese título suene como fuera de lugar en nuestros oídos.

            El hecho que atestigua que Bernabé era una personalidad destacada de la Iglesia de Jerusalén es que fue enviado por esta a Antioquía para organizar la naciente comunidad judeocristiana.

            De su calidad de persona me parece no poca cosa lo que dice de él el texto de la primera lectura que se lee hoy en la liturgia (Act 11,21b-26;13,1-3). Él es enviado por la iglesia madre de Jerusalén a la nueva iglesia naciente en Antioquía para que haga, podríamos decir, de “auditor o inspector”. Lo normal en las personas que reciben este cargo es que se dediquen a buscar todos los pequeños o grandes defectos que hay. Sin embargo, Bernabé, «al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño».

Bernabé es un “inspector” que sabe reconocer la belleza, en lugar de empezar a sacar defectos, que los tendrían a montones, como es propio de algo que está comenzando. Bernabé es alguien que anima, que no busca el protagonismo, sino, ante todo, estar al servicio del Espíritu Santo.

Con razón se dice de él: «como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor». Creo que todos quisiéramos tener un Bernabé en nuestra vida, alguien que nos transmita ánimos, esperanza, que nos ayude a proseguir en el camino que hemos comenzado… sobre todo cuando estamos en sus inicios.

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