Pope John Paul II is pictured in an image released March 25 by the postulation of his sainthood cause. The Polish pope, who died April 2, 2005, will be beatified May 1. (CNS photo/Grzegorz Galazka, courtesy of Postulation of Pope John Paul II) (March 28, 2011) EDITORS: MANDATORY CREDIT AS GIVEN. EDITORIAL USE ONLY.

Reflexión jueves 22 de octubre

SAN JUAN PABLO II

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor

Reflexión

Palabras duras las que acabamos de escuchar en el evangelio de hoy. Cristo afirma que no ha venido a traer paz a la tierra, sino división. ¿Cómo es esto posible?

Lo es porque la paz de Cristo no es la paz que el mundo muchas veces desea: una paz comodona, en la que a cada uno se le deje hacer lo que quiera, sin exigencias ni sacrificios. Sin embargo, la paz de Cristo nada tiene ver con el egoísmo humano, sino al contrario con la entrega, el sacrificio y el amor. El amor es precisamente ese fuego que Cristo ha venido a traer al mundo y que quiere ver arder. Tanto en la Biblia muchas veces como hoy día el fuego es símbolo del amor. Un amor que en Cristo culmina con el bautismo de su entrega en la cruz. «Escándalo —dice San Pablo— para los judíos, necedad para los gentiles» (1Co 1, 23).

Todo el mundo está llamado a creer en Cristo, pero la realidad evidente es que no todos creen en Él. Ciertamente a todos nos parece muy bien, a nivel teórico, el mandamiento nuevo que Cristo legó a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).  Pero no nos damos cuenta de que lo decisivo de este mandamiento no lo constituye la primera parte de la frase, sino la segunda: el «como yo os he amado». Aquí es donde se juega todo: aceptar o no a Cristo como norma de vida a seguir. Y Cristo, hoy como hace dos mil años, sigue escandalizando a unos y pareciéndole un necio a otros.

A los fariseos actuales les sigue escandalizando que alguien defienda el matrimonio como una unión indisoluble, para siempre, entre un hombre y una mujer; les escandaliza la apertura a la vida en el matrimonio o la defensa de la vida del no nacido frente a la libertad de la madre que quiere abortar; los fariseos actuales son capaces de sufrir lo indecible por adelgazar unos kilos y se escandalizan de que los cristianos busquemos realizar pequeños sacrificios por amor a Dios.

Muchos gentiles actuales piensan que es de necios creer en el pecado o que sea posible que un poco de pan y de vino se conviertan en el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios hecho hombre; etc.

            En cambio, lo que es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, para nosotros —comenta San Pablo— es fuerza y sabiduría de Dios (cf. 1Co 1, 23s). La realidad es que Cristo no deja indiferente a nadie. No es una cuestión baladí. O se le acepta o no se le acepta. Hay entra libertad de cada uno y su responsabilidad. Dichosos nosotros que creemos en la locura de un Dios que nos ama tanto que ha sido capaz de encarnarse en el seno de la Virgen María para morir por nosotros en la cruz. Ello es motivo de acción de gracias y al mismo tiempo una llamada a la coherencia.

ORACIÓN A SAN JUAN PABLO II

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia!

Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.

pastoral

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