21 oct

Reflexión jueves 21 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor

Reflexión

Las palabras que acabamos de escuchar en el evangelio nos suenan duras. Cristo afirma que no ha venido a traer paz a la tierra, sino división. ¿Cómo es esto posible?

Lo es porque la paz de Cristo no es la paz que el mundo muchas veces desea: la que nace de la evasión de la realidad, de los problemas propios y ajenos; una paz llena de vacío y falsa autocomplacencia. La paz de Cristo nada tiene ver con el egoísmo humano, sino que es fruto de la entrega, el sacrificio y el amor; nace de su entrega en la Cruz para la vida de los hombres.

La imagen del fuego expresa precisamente el amor ardiente de Dios por los hombres. Con esta imagen y la del bautismo (atravesar las aguas de la muerte) Jesús está poniendo de manifiesto su deseo de dar la vida por amor a los hombres, aunque eso le suponga entrar en el misterio de la muerte.

  • Ahora bien, el mismo Jesús sabe que ha sido constituido signo de contradicción incluso dentro de una misma casa. Todos tenemos experiencia de ello. San Pablo expresará las causas de ese rechazo de un modo muy expresivo: Jesús es «escándalo para los judíos, necedad para los gentiles» (1Co 1, 23); y lo sigue siendo en la actualidad.

A los fariseos actuales les escandaliza que alguien diga que haya que perdonar setenta veces siete; les escandaliza que alguien defienda el matrimonio como una unión indisoluble, para siempre, entre un hombre y una mujer; o defienda la vida desde su concepción hasta su muerte, etc.

Muchos gentiles actuales piensan que es de necios creer en el pecado; consagrar la vida a Dios; o que no se piense en ganar dinero y disfrutar los placeres de la vida; o que sea posible que un poco de pan y de vino se conviertan en el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios hecho hombre; etc.

En cambio, lo que es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, para nosotros cristianos –comenta San Pablo– es fuerza y sabiduría de Dios (cf. 1Co 1, 23s). La realidad es que Cristo no deja indiferente a nadie. No es una cuestión baladí. O se le acepta o no se le acepta. Ahí entra libertad de cada uno y su responsabilidad. Dichosos nosotros que creemos en la locura de un Dios que nos ama tanto que ha sido capaz de encarnarse en el seno de la Virgen María para morir por nosotros en la cruz. Ello es motivo de acción de gracias y al mismo tiempo una llamada a vivir con coherencia la fe. Así sea.

pastoral

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