
Reflexión jueves 24 de abril
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Palabra del Señor
Reflexión
En el Evangelio contemplamos cómo los discípulos de Emaús, han regresado a Jerusalén y cuentan a los demás lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Entonces, Jesucristo Resucitado se presenta en medio de ellos. No es un “fantasma”, ni una imaginación suya. Jesús les muestra las manos y los pies para que vean las señales de la crucifixión: el Resucitado es el Crucificado, que vive para siempre.
Y cuando entra Jesucristo, con el don de su Espíritu, trae la paz, abre el entendimiento para comprender las Escrituras, y envía a la misión: a ser testigos de lo que han visto y oído, a predicar la conversión y el perdón de los pecados.
Y ante toda esta Historia no cabe quedarse como curiosos espectadores.
Por eso, hoy el Señor también te pregunta a ti: ¿Por qué te alarmas?, ¿por qué surgen dudas en tu interior? Soy yo en persona. No estás solo. El Señor camina contigo.
Es el Señor Resucitado el que hoy está llamando a la puerta de tu corazón: si le abres, si le acoges, si te conviertes y le dejas ser Señor de tu vida, de tu noviazgo, de tu matrimonio, de tu sacerdocio, de tu consagración religiosa, de tu juventud, de tu trabajo, de tus estudios, de tu dinero, de tu diversión, de tu tiempo… de toda tu vida, te traerá la paz, la bendición y el perdón de los pecados.