2 oct

Reflexión lunes 2 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,46-50):

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

Palabra del Señor

 

 

REFLEXIÓN

La iglesia celebra hoy la fiesta de los ángeles custodios. He aquí lo que dice de ellos el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”. Desde la infancia hemos sido educados en la creencia de que cada uno de nosotros tiene un Ángel de la guarda y en esta fe creemos y nos mantenemos. Precisar de una forma objetiva cuando el ángel nos ha protegido y librado de algún peligro, de algún mal, no es una evidencia, pero en nuestro interior sí tenemos la conciencia de que en esa situación, Dios por medio del ángel, ha sido nuestro protector. En nuestra fe reconocemos y aceptamos que Dios en su providencia cuida de cada uno de nosotros.

En el evangelio, a la pregunta de los discípulos de quién es el más grande en el reino de los cielos, Jesús responde primero llamando a la conversión, lo que es propio de una persona adulta que quiere seguir el camino que nos propone el Señor en el evangelio. En segundo lugar, presenta a un niño como ejemplo de sencillez y de dependencia amorosa, el pequeño depende en todo de sus padres..

La dependencia no está bien vista en nuestro mundo, todos queremos ser autónomos e independientes, como narra y revela el libro del Génesis. Aceptar la dependencia del Creador nos conduce al reconocimiento de nuestra pequeñez y pobreza, más aún cuando el autor de la vida y la creación es un Padre lleno amor, que desea que le conozcamos y conociéndole, le amemos y nos salvemos, así se establece una relación de amistad y confianza como le ocurre al pequeño con sus padres. Ser como niños renunciando a nuestro egoísmo y a nuestros caprichos, por el bien de todos, es un camino que conduce a la paz y al entendimiento mutuo. El ejercicio continuo de la piedad sincera, mirando al Señor, hace que broten en nosotros sentimientos de bondad, sencillez y respeto por los demás. Actitudes que desearíamos ver en los que tienen responsabilidades sobre la vida de los demás en nuestra sociedad. La soberbia, el engreimiento crean muros entre las personas e impiden unas relaciones basadas en la confianza y la fraternidad. Le pedimos al Señor:

-Por todas aquellas personas que cuidan de nuestra seguridad como ciudadanos.

-Por la paz en el mundo.

-Por la salud de todos los enfermos

-Por las vocaciones al sacerdocio.

 

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