19 sept

Reflexión martes 13 de junio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN
         El Evangelio nos invita a ser la sal de la tierra y la luz del mundo. ¿Qué nos quiere decir el Señor con esto? Nos lo ha dicho al final del Evangelio: Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre.

No se trata de explicar qué es la luz, sino de ser luz, y no con arrogancia, sino con humildad; no cayendo en la vanidad autosuficiente, sino buscando siempre la gloria de Dios.

¿Cómo puedes ser hoy luz del mundo, de tu mundo? Siguiendo a Jesucristo. Lo hemos cantado en el Salmo: Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus decretos. Y la primera lectura: Dios nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones.

En la medida en que acojas a Jesucristo en tu vida; en la medida en que le dejes ser el Señor de tu vida, de toda tu vida, tu vida quedará iluminada por el Señor y así se convertirá en una luz para los demás.

Y entonces esa lámpara -tu vida- se pondrá en el candelero y alumbrará a todos los de casa. ¿Cuál es ese candelero? Ese candelero es la cruz, tu cruz. Esa cruz que hoy sigue siendo escándalo y locura para muchos (cf. 1 Cor 1), pero que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Y así tu vida, por el poder del Espíritu se convierte en sal.

Sal que da sentido a tu vida, porque puedes ver el amor de Dios en medio de la vida de cada día; y puedes descansar en que Dios te ama, es fiel y cumple sus promesas; en que está haciendo una historia de amor y de salvación contigo y, por eso sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien (cf. Rom 8, 28).

Sal que pone sabor a la “rutina” de tu vida cotidiana, porque vives la presencia de Jesucristo resucitado que, por el don de su Espíritu, hace nueva tu vida. Y así puedes vivir no en la queja sino en la bendición, no en la murmuración sino en la alabanza, no en el resentimiento sino en la gratitud.

Sal que sana, porque hace presente el Señorío de Jesucristo, el Salvador; anuncia la buena noticia del Evangelio e invoca al Espíritu Santo que lo renueva todo.

pastoral

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