4 oct

Reflexión martes 4 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

Palabra del Señor

Reflexión
 La clave para entender el Evangelio nos la da el Aleluya: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.

No es un desprecio por la actividad, sino un recuerdo de qué es lo principal: escuchar la Palabra del Señor, que es la única que tiene vida eterna*.

La Palabra que, acogida confiadamente, cura tus heridas, te consuela en la tribulación, te fortalece en el combate, te ilumina en la noche oscura, te enamora de Dios y te lleva a servir al hermano, te ayuda a proclamar la grandeza del Señor… porque es una Palabra de vida, de amor y de salvación que, si la acoges con fe, te llega ungida con el poder del Espíritu Santo, que lo hace todo nuevo.

Pero no sólo debemos acoger y anunciar la Palabra, sino también llevarla a la práctica, que es caridad y verdad.

Por eso, no se contraponen la oración y la escucha de Dios con la actividad cotidiana, con el ejercicio de la caridad, sino que le da su verdadero sentido: la actividad en favor del prójimo debe estar iluminada por el espíritu de contemplación: lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis (cf. Mt 25).

En un mundo “estresado” y estresante en el que se mide todo y se valora la eficacia y la eficiencia, es una invitación a no caer en un activismo frenético que nos deja insatisfechos y que puede acabar por endurecer el corazón y hacer sufrir el espíritu (S. Bernardo).

 Al mismo tiempo, si tu oración y tu escucha de la Palabra son auténticos, te llevarán a servir con amor y generosidad a los hermanos.

Es una llamada a cuidar y “defender” tu intimidad con el Señor: tu tiempo de oración, la escucha de la Palabra, la Eucaristía… Y, al mismo tiempo, a “verificar” que esa intimidad es de verdad “con el Señor”, porque se manifiesta en tu vida: vives con mayor alegría, más entregado en tu vocación (¡a la que el Señor te ha llamado!), y con mayor celo en el servicio y en la misión.

pastoral

pastoral

Leave a Comment