viernes 12 de junio

Reflexión viernes 12 de junio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,27-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»

Palabra del Señor

 REFLEXIÓNA través de los ojos entramos en contacto con lo que nos rodea. Lo que no vemos, para nosotros, no existe, y lo que vemos, con frecuencia, nos quita la paz o nos atrae o nos repugna. Ver oír y tocar, al principio, proporcionan sólo impresiones a nivel sensible pero, después, la impresión se transforma en imagen y la imagen suscita el deseo de posesión. En este momento, decidimos coger lo que hemos deseado y corremos el riesgo de cometer un pecado.

La mirada pone en movimiento un proceso psicológico mecánico difícil de detener. ¿Es también este el sentido del texto del evangelio? Para los cristianos, es verdad que la tentación funciona como un mecanismo, pero creen que se puede detener. Por lo tanto, el hombre no peca en el momento en que mira, sino cuando mira con intención de pecar.

A nadie se le puede ocurrir tomarse al pie de la letra este texto. Sacarse un ojo significa quedarse ciego: era un castigo bárbaro antiguo para los prisioneros de guerra para que, al no ver, no pudieran sublevarse. El hombre afortunadamente, tiene ojos con párpados, y puede en los momentos críticos decidir ni mirar.

La vista sirve para orientarse: durante un viaje, basta mirar hacia otro sitio para provocar un accidente. También la vida espiritual es un viaje, a veces muy intenso, y exige plena atención. Sólo así podemos entender la gran severidad de la vida de algunos santos. San Luis Gonzaga no quería mirar ni siquiera a su madre.

La mano derecha es símbolo del trabajo y quien se la hiere queda inválido. Por tanto, es un gran don de Dios tener las manos sanas y poder trabajar con ellas. Algunos trabajan con ganas, con ímpetu, ganan dinero, se construyen una casa, alcanzan el bienestar. ¿Pero es esto todo?

Hace tiempo en una revista sueca, salió un artículo titulado Charlas del padre con el hijo. El padre era un hombre acomodado, estimado, un gran trabajador que había tenido un éxito discreto en su vida, el hijo vivía de las rentas del padre, desaliñado, y sin interés por nada. El padre, convencido que el hijo sufría la influencia negativa de los amigos, contaba que había intentado hablarle, hacerle razonar, hacerle entender la satisfacción de una vida ordenada como la que él llevaba. La respuesta del hijo había sido: tu discurso papá, es como hacer un viaje en coche con uno que me explica lo potente que es el motor y cómo funcionan las luces, sin decirme una sola palabra por la meta del viaje. También le trabajo debe tener un objetivo. Hay gente tan intensamente absorbida por el activismo, tan prisionera del éxito profesional y del dinero, que debería verdaderamente escandalizarse de su mano derecha. Es gente que realmente necesita cortársela, al menos durante un tiempo, y volver a pensar en la vida. Quizás participando en ejercicios espirituales o en la oración en general.

pastoral

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