3 mar

Reflexión viernes 3 de marzo

Del evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos:
“No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.»

Palabra del Señor

Reflexión

La primera frase de Cristo que hoy escuchamos es clave para entender cómo nos llama a vivir la Ley de Dios, que Él no viene a anular (¡atención!) sino a dar plenitud: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos».

Cristo nos manda, pues, practicar una “justicia mayor” que la de los escribas y fariseos. ¿Qué es aquí “mayor”? Puede ser “mayor”, al menos, en un doble sentido:

  1. Porque se nos pide algo más que la mera justicia, siendo esta muy buena y necesaria (pero no suficiente). Es decir, además (no “en vez de”) de la justicia hemos de vivir la caridad, la magnanimidad, la ternura, la compasión, etc… Por la mera justicia no se entra en el Cielo. Hacen falta fe, amor y esperanza… La justicia, pues, es necesarísima e ineludible, pero la sola justicia no basta, incluso puede llegar a destruir, según el aforismo de Cicerón: «Summum ius summa iniuria», suma justicia, suma injuria.
  2. Porque se nos pide una justicia mayor, más grande, que la de los escribas y fariseos. Ellos practicaban una justicia (no tiene por qué ser mala o falsa) con una determinada amplitud (su horizonte). Cristo nos pide más amplitud. ¿Cuál era la amplitud de la justicia farisea? Ellos eran justos ante los hombres, ante los demás. No está mal per se, pero eso es muy limitado. Su límite es la mirada humana, la aprobación de los demás, según nuestra comprensión del mundo. ¿Habrá una justicia mayor? Mayor que el hombre es Dios. La justicia mayor es “hacer las cosas para ser vistos por Dios” y hacerlas como las hacía Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Es buscar la aprobación de Dios, la cual se obtiene actuando como el mismo Cristo: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo» (Mt 17,5). Dios Padre se complace en Cristo, hemos de ser como Cristo para complacer al Padre. Por eso nos manda: Escuchadlo, obedecedlo, haced como Él.

Una concreción de este mandato de Cristo es la vivencia del Quinto Mandamiento: No matarás. Cristo no anula este mandamiento (ni ninguno), sino que lo lleva a plenitud, a la justicia mayor. En justicia menor, se cumple este mandamiento con no arrebatar la vida física. En justicia mayor, se cumple viviéndolo coram Deo y completándolo con las virtudes teologales, especialmente la caridad. Por eso, no basta con no matar físicamente, tampoco se debe pecar contra el prójimo encolerizándose (I), llamándole imbécil (II), o llamándole necio (III). También se peca, pues, de pensamiento y de palabra. También se peca matando desde dentro (de uno mismo) y matando por dentro (al prójimo).

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