22 jun

Del Evangelio según san Mateo 7, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

       El Evangelio nos muestra hoy un criterio de discernimiento claro para distinguir los verdaderos de los falsos profetas: Por sus frutos los conoceréis.

       No se refiere tanto a los “frutos” de los profetas, sino más bien a los frutos que producen en los que escuchan a los profetas. A veces, los falsos profetas realizan obras “extraordinarias” (cf. Mt 24, 23-24), nos lo recordará el evangelio de mañana: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros? Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.

       Los falsos profetas invocan al Señor, pero no cumplen su voluntad; profetizan en el nombre de Jesús, pero hacen lo que les da la gana.

       El verdadero profeta vive en la voluntad de Dios y permanece en la casa edificada sobre roca: la Iglesia.

        El que escucha al verdadero profeta y acoge la palabra que Dios le ha dado, permanece en Jesucristo y da fruto abundante (cf. Jn 15, 4-5). Y se va manifestando en su vida, con signos concretos:

        – Confiesa que Jesús es el Señor, y pone toda su vida bajo su señorío.

        – Vive en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

        – Vive en la confianza en Dios, como Abrahán, y camina fiado en el Señor.

        – Vive con esperanza.

        – Vive cada día más enamorado y entregado a la vocación que Dios le ha dado.

       – Ve como van apareciendo en su vida los frutos del Espíritu (cf. Gal 5, 22s).

       – Vive en la bendición y en la alabanza.

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

pastoral

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