26 OCT

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.» Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

La vida nueva que brota después del encuentro con Jesucristo, después de proclamarle Señor de tu vida, renueva todas las “parcelas” de la vida.

Ayer san Pablo nos hablaba de la belleza del matrimonio cristiano, comparándolo con la unión de Cristo y su Iglesia

Hoy nos ayuda a comprender cómo hay que vivir la relación entre padres e hijos, en el Señor. Esa es la clave. Los hijos, mientras son menores, deben obedecer a los padres en el Señor.

Los padres, por su parte, deben educar sin exasperar a los hijos. Es decir, con claridad, seguridad y firmeza corrigiéndolos según el Señor. Pero siempre con amor, con paciencia.

Como dijo San Agustín: Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Exista dentro de ti la raíz de la caridad; de dicha raíz no puede brotar sino el bien.

También habla san Pablo de la relación entre los amos y los esclavos. En la sociedad romana se daba la realidad de la esclavitud. Y san Pablo da principios y normas que la suavicen, en espera de que, un día, cuando el cristianismo transforme la sociedad pagana, acabe también con la esclavitud.

San Pablo no quiere mantener una situación social injusta, sino que invita a tener una mirada de fe sobre la realidad que cada uno está viviendo.

Invita a ir más allá de las costumbres y normas sociales. Invita a descubrir la nueva fraternidad cristiana que supera la separación entre esclavos y libres, y desencadena en la historia un principio de promoción de la persona que llevará a la abolición de la esclavitud (cf. Benedicto XVI): ahora no conocemos a nadie según la carne… si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo… Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.  (cf. _2 Co 5, 16-17; Gal 3, 27-28).

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

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