Reflexión viernes 28 de enero
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
Con las parábolas de la semilla y del grano de mostaza el Señor quiere invitarnos a entrar por el camino de la humildad y de la gratuidad.
En el ser cristiano todo es don del Señor, que te ama; todo es gracia que precede al hombre, todo es una obra que el Señor, por el don del Espíritu Santo, ha de ir haciendo en ti. Y que tú has de acoger. Que parece poco; pero no es poco.
Es reconocer que todo lo que tienes y lo que eres lo has recibido gratuitamente, y que el verdadero protagonista no eres tú, sino el Señor. Es reconocer que el método de Dios es la humildad: al cielo se sube bajando. Es la “lógica” de la Encarnación, de Belén, de la vida sencilla en Nazaret, del Cenáculo, de la Cruz, de Pentecostés…
Este evangelio es una invitación a no tener miedo a la humildad de los pequeños pasos y a confiar no en tus fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo.
Para Dios no hay nada imposible: derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. Dios ha escondido estas cosas a los que se creen sabios y entendidos y las ha revelado a los sencillos, a los mansos y humildes.
Y así estamos llamados a vivir también la evangelización: siendo luz, sal y levadura, sepultados como la semilla, la sal o la levadura en medio de tu familia, de tu trabajo…, pero que el poder del Espíritu fecunda y hace que dé fruto hasta los confines de la tierra, para la gloria de Dios.