Reflexión del 20 de febrero, sábado

 

 

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EVANGELIO

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».

     Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:

     «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»

      Jesús les respondió:

     «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

 “Reconocerse enfermo para necesitar de Dios”

     Jesús llama a todo el mundo y en particular a aquellos que se han alejado de él. Hoy se nos cuenta el caso de Leví, cobrador de impuestos (es decir alguien que colaboraba con los ocupantes extranjeros y que trabajaba con dinero). ¿Por qué Jesús lo llama a él y no a otros? ¿Fue para escandalizar a la multitud que lo observaba? No lo creo. Pienso más bien que si Jesús dirigió su mirada sobre Leví, es porque este de cierta manera ya había mostrado cierta predisposición para ser llamado. Jesús remarcó el deseo que tenía Leví de cambiar de vida, de trabajo, de forma de ser y por eso lo llamó. El texto nos dice: “Jesús vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, sentado en su puesto donde cobraba.” Cuando Jesús habla a Leví su palabra toca lo más profundo del corazón de este. Podemos pensar que Leví ya añoraba, deseaba algo diferente para su vida. Él tenía seguramente dinero y una existencia asegurada, pero deseaba algo más. Tal vez no sabía exactamente qué, pero quería ser otro, quería cambiar y darle un sentido nuevo a su vida. No estaba contento con lo que había hecho hasta entonces. Por eso cuando Jesús lo llama, San Lucas nos dice que “Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.”

Es importante remarcar que, en el texto sobre la vocación de Leví, este no habla. Sabemos algo de él por sus acciones: está sentado, se levanta, deja todo para seguir a Jesús y posteriormente le ofrece un gran banquete en su casa. Leví que seguramente estaba tan apegado al dinero lo deja todo para seguir al Maestro. De ahora en adelante comenzará una nueva vida, ya no basada en el egoísmo y en la acumulación de dinero, sino en la preocupación por el otro, por eso hace una fiesta. Leví sabe que una nueva vida, un nuevo futuro se ha abierto para él y hay que festejarlo. Nos dice Isaías en la 1ª lectura “Si en tu casa no hay más gente explotada, si apartas el gesto amenazante y las palabras perversas; si das al hambriento lo que deseas para ti y sacias al hombre oprimido; brillará tu luz en las tinieblas, y tu obscuridad se volverá como la claridad del mediodía.”

Jesús no miró al sucio trabajo del funcionario, sino que miró al hombre que trabajaba en su escritorio y que seguramente soñaba con una vida diferente. “No son las personas sanas las que necesitan médico, sino las enfermas. He venido, no para llamar a los buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.”, dice el Señor. ¿Qué es lo que esto quiere decir? Esto quiere decir que es necesario reconocernos enfermos para ser sanados y llamados por el Señor. Porque finalmente todos estamos enfermos de algo, todos padecemos algo que nos impide vivir plenamente: la envidia, la codicia, la lujuria, etc. Para poder ser llamados por Dios primero debemos darnos cuenta de que necesitamos de él.

Que sepamos humildemente reconocer nuestras heridas, nuestras debilidades y nuestra enfermedad, para que el Señor nos mire con indulgencia y nos llame

 

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